" Una civilización literaria no se construye a base de lecturas, sino de relecturas; quizá hasta una civilización a secas.[...]Releer es esa alianza discorde, reencontrar, reconocer y descubrir a la vez; encontrar lo que la lectura anterior o incluso alguna otra lectura no nos había revelado. El libro releído nos ofrece algo que ninguna lectura, por precisa que sea, podía darnos"./Giorgio Manganelli, 1990

viernes, 24 de marzo de 2023

MADRID EN AGOSTO





Begoña Huertas (Gijón, 1965-Madrid, 2022) fue filóloga ensayista y novelista.De su libro póstumo El sótano,dice Ignacio Echevarría en El Cultural "respira serenidad, sabiduría, delicadeza, equilibrio. Y es oscuramente radiante, además de valiente."

 A tragos, una de sus primeras obras, contiene trece  narraciones cortas y fue  publicado en 1996. Cada cuento termina con un trago, un texto breve de variado contenido pero cargados todos de extrañeza y emoción.





Madrid en Agosto

    
    Para conocer Madrid hay que quedarse allí en agosto. Dejarse derretir por la luz implacable del sol urbano para sentirlos edificios en cada uno de sus ángulos impasibles. Hay que morirse de calor en medio del asfalto para descubrir la fiesta de árboles y fuentes. Hay que asfixiarse en el ardor seco de los adoquines para exhalar con ansias de moribundo el olor de sus rincones.
    De repente me ha dado un ataque de nostalgia. Será la humedad, el frío que me recorre la espalda o ese hueco que me llena de improviso, no sé. Pero es un ataque de nostalgia en toda regla. No de nada en concreto, sino de la ciudad entera. No del perfil material de sus calles, sino de una sensación única. El manto abrasador, el bochorno aplastante del agosto en Madrid. El vegetar en el interior de una casa que más que nunca se asemeja a una guarida.
    A 600 kilómetros de distancia he sentido de pronto el pulso de las noches de verano madrileñas de hace unos años. Cuando la vida comenzaba a partir de las nueve de la noche y se desperezaban los huesos hasta entonces echados a sobrevivir en cualquier parte. Hace dos años y medio que en este preciso instante yo salía de ese letargo diurno. La música cubriendo de golpe el silencio exagerado por la ausencia playera de mis padres y hermanos. Todas las ventanas de la casa abiertas para sentir  de vez en cuando algún soplo del calor domesticado de la brisa nocturna, Las noches de agosto en Madrid son para estar irremediablemente sola o acompañada hasta la médula, no hay término medio.
    Por las mañanas ,las tardes , debería decir porque me levantaba a las dos del mediodía- a veces salía a la terraza con un cubo de agua. Tomar el sol es un arte. Sentir los rayos penetrando cada poro de la piel es un oficio que requiere, como todos, práctica y ciertas actitudes. No hay que sentir el calor como una coraza que nos rodea hasta el soponcio. Es necesario abrir los poros, y dejar que los poros como el mismo aire entren por cada uno de ellos, y de distribuyan. Después, cuando la ducha aplaca el calor momentáneamente, la luna sale  de nuevo y comienza- se puede decir- el día, el calor almacenado en la piel surge de pronto y en ráfagas de poco a poco. El escozor en las mejillas recuerda que había sol, aunque la vida comience ahora.
    Empezaba la vida y nunca se sabía en cuál de los dos extremos caería una. Yo cenaba algo sin saber si sonaría el teléfono ni si telefonearía yo a alguien. O, por el contrario, si me acomodaría en la terraza con buena provisión de cigarrillos, botella de güisqui y los papeles y libros más insospechados. En el cielo de Madrid todavía se ven las estrellas. Y algunas veces la luna, un avión, un satélite me confirmaban que yo estaba allí abajo. A veces sacaba cartas que de otro modo no hubiera vuelto a leer nunca, o escribía algo a quien jamás me atrevería a enviárselo. En la casa había luz, y nadie moviéndose por sus habitaciones. En la calle igual. Y tú allí en medio con aquel trozo de cielo al que mirar si subes la vista. Encajonada entre ladrillos, flanqueada a lo lejos por antenas de TV. La terraza como un reducto de hierros y cristales que sin embargo resulta acogedor. El hielo, el cojín en tu espalda, la tranquilidad sin insectos que no tendrías en el campo. El abandono despreocupado de imaginarse olvidado entre bloques de cemento. Despreocupado y confortable porque tú eliges el olvido. Sabes que unas calles más allá, en alguna plaza, están otros como tú que hoy sin embargo han optado por compartir el extrañamiento de esa ciudad en agosto. Yo también lo hacía. Muchas veces. 
   No  hay nada como enamorarse en Madrid en verano. No porque sea improbable que el agua interrumpa un paseo ni por la posibilidad de pasar la noche a la intemperie, sino por el ritmo que la ciudad impone. Sucede que esta ciudad en agosto fuerza a los amores a ser como ella, extrema. Y el romance ha de ser rotundo como el calor o fulminante como una tormenta. No vale la brisa templada del cariño. Nada de palabras suaves, Si no eres correspondida, o te tiras a llorar rabiosamente tu amor o lo apuñalas a ironías. Si te quieren, lo mismo, o te partes de risa e inconsciencia, o te abres a los repliegues más recónditos. De nada valen los pesares algodonados con suaves lágrimas, ni los cariños superpuestos en capas empalagosas. Para eso está el invierno.
       En estas condiciones nos encontramos este verano. Nos conocíamos ya desde hacía un par de años. Nuestra relación se mantenía en un perfecto equilibrio de comportamientos de verano en invierno. Nos veíamos muy de vez en cuando para mantener  viva esa tensión que proporciona lo efímero, y utilizábamos un lenguaje aparatoso que hubiera sido imposible mantener dos días seguidos. Nos abrasábamos en el silencio de un deseo mutuo que sólo dejábamos explotar en risas o que tensábamos en juegos de palabras. Una batalla campal de sobreentendidos y argucias para provocar lo que después no se dejaba vivir, para que no muriera. A fuerza de rituales tan sofisticados como antiguos, conseguíamos una explosión que antes que se desbordara atajábamos. Pero aquel cuatro de agosto cometiste un error imperdonable.
    Yo ya lo sabía. No sólo era necesario sino que era fatal que lo dijeras así, tan funcionalmente. Peor aún en agosto. Te odié con todas mis fuerza cuando en aquella terraza de Colón me dijiste que me querías. Esas palabras salieron de tu boca con la diligencia de quien saca las llaves para abrir una puerta. De pronto pusiste fin al juego. El jeroglífico quedó descifrado a las 11 de la noche. Yo intenté abrir nuevos cauces cuando al "no" pospuse un "pero". Quise entornar la puerta que habías abierto y fue inútil. Tampoco lloraste entonces. Ni maldijiste. Con tus párpados caídos de pronto como ñor un cansancio viejo, te quedaste mudo. Y tu silencio no era ni siquiera un bofetón de rabia,, siquiera una llamada a una borrachera de tangos y ojos enrojecidos. Te quedaste callado con una contrariedad simple, con una desolación suave. Aquello, te digo, era Madrid en agosto. Escenario de tragedia griega y no de culebrón yanqui. Probé todos los resortes. Primero subí una ceja, inclemente. Después reí a carcajadas, frívola. Nada parecía decirte nada, y tu actitud se me aparecía tan trivial, como si de pronto hubieras olvidado regar los geranios de tu madre y quisieras irte. La que se fue, fui yo. Era la única salida posible para evitar darnos cuenta de que con  aquellas palabras había desaparecido todo el encanto entre nosotros.
    Ahora sé que lo que hice a la semana siguiente sólo consiguió empeorar las cosas. La relación entre tú y yo había quedado a mi pesar bien clara. Yo no te quería y tú habías decidido por ello dejar de verme. No te apetecía ya la batalla sorda de tira y afloja. No tenías ya ánimo para ese duelo de ambigüedades que no acababa nunca, Era todo tan simple. Tu único error fue haberlo dicho en voz alta en pleno agosto,
    Algún día de los que siguieron a aquella noche aciaga convoqué tu recuerdo en mi terraza. Me fui convenciendo de que era imposible que todo el complicado código que habíamos conseguido crear quedara en nada. El silencio que mantuviste después de aquella noche se me antojó una muestra de revancha clara, quise imaginarlo un giro de complicidad más. Por eso te llamé al día siguiente. Y me presenté en El Sol del Dos de Mayo dispuesta a recuperar complicidades.
    En el endemoniado calor de aquella noche, tu comedida actitud me pareció una herejía. Me hablaste horas y horas del examen que preparabas. sin dejar ningún resquicio a nada, sin dobleces. Comentaste anécdotas del curso pasado, apuntaste propósitos del curso por venir. Te miraba sin escuchar lo que decías. A la media hora de que comenzaras a hablar desconecté los cables. Me limité a beber y a odiar tus rasgos simplificados por los lugares comunes que salían de tu boca. Ojos, labios que alguna vez me dijeron algo y en los que ahora sólo veía una capa de normalidad que encubría el manto algodonado de las palabras blanditas que no te atrevías a decir, pero que se adivinaban retenidas ahí dentro. Me era difícil soportar tu mirada suplicante bajo la indiferencia que aparentabas. Un goterón de sudor en tu cuello me decía que no habías entendido nada. Te empeñabas en fingirte impasible ante mí, y sólo conseguías hacerte impenetrable para el calor que ahora te resbalaba sin penetrarte.
    Poco a poco, sin embargo, el alcohol comenzaba a hacer su efecto. Haciéndole un guiño al aire denso de la noche pasé a la ofensiva. No te dejé terminar las frases que me aburrían. Te obligué a hablar de tal o cuál tema para después cambiarlo repentinamente. Te llevé como si tuviera prisa al bar de al lado  para dejar atrás tu perorata de invierno y chimenea. Nuevos güisquis fueron haciéndote reír a ratos mientras yo recuperaba la fluidez de unas palabras como brasas. Salimos de aquel segundo local abrazados y riendo, dejándonos invadir por el aire enfebrecido de la calle que nos recibió como un viejo amigo. Recuperamos el código secreto, sí. Nos hicimos una foto en el Penta en la que me salieron los ojos amarillos y me fui contigo a la cama sabiendo que te odiaría al día siguiente. 
    Cuando me desperté no quise abrir los ojos. Hasta que te hubieras marchado.Sabía que tenía a mi lado unos párpados donde se agolpaban lágrimas tibias que sin embargo no ibas a dejar salir. En la habitación se hacía palpable un no sé qué de resignación envejecida, como si del teatro de la noche anterior sólo quedaran los andamios a medio desmontar.Se me hizo insoportable el calor agolpado de  nuestros cuerpos entre las  sábanas, la luz ardiente del sol que se volvía empalagosa con nuestro sueño fingido. No había más entre nosotros que una desolación que parecía ya cotidiana. Un final simple y declarado.
    Decidiste no volver a verme nunca y te lo agradecí entonces. Probablemente otro verano, a mi paso por Madrid, vuelva a agradecerte aquel gesto.Ahora no puedo más que recordar el algodón en que no quise envolverme. Los susurros que no quise escuchar aquella noche. Es febrero. Y  hace frío. Aunque me acurruque en la terraza con un vaso de güisqui y te escriba esta carta que no te enviaré nunca. Es febrero y Barcelona en febrero exige que alguien te lleve al Tibidabo, para mirar el mar de lejos mientras te habla muy suave.



                                            Trago V

    Hablar de  nada. Llenarse de humo los pulmones. Darle al güisqui.

    Contarse la vida en una noche. Reírse más alto de lo normal. Chillar un poco.

A veces, basta.





Begoña Huertas, A tragos, Editorial Debate, 1996




jueves, 12 de enero de 2023

Charles SIMIC 9 Enero 2023



 

Ahora que Charles Simic (Belgrado1938-9 enero2023) acaba de  morir afectado de demencia en una residencia de ancianos -en su  patria definitiva Estados Unidos- se vuelve a  sus  versos . Una poesía  que según Jaime Siles "no es oscura. Es poesía no en estado puro sino total. El lector toca la materia prima". 

De  la entrevista que le hizo Eduardo Lago para Babelia  en 2015:

P.¿Se siente estadounidense, servio o algo a mitad de camino?
R.Llevo 62 años aquí y he cumplido con todos los rituales que se esperan de alguien que ha llegado de fuera, de modo que no puedo sino decir que soy americano.[...]

P.¿Qué es para usted la poesía?
R.Algo que es importante que mi perro sea capaz de entender. Desde luego no una actividad elitista reservada para armas sensibles.  

P.Czeslaw Milosz vivió aquí más de cincuenta años y siempre escribió en polaco.Usted,sin embargo,siempre ha escrito en inglés.
R.Mi primer lenguaje no fue la poesía,sino la pintura  aunque es cierto que empecé a escribir poesía  muy joven.[-] Desde el primer momento escribí en inglés porque quería que me entendiera la gente que me rodeaba.[-]



    Scaliger turns deadly pale at the sight of
watercress.Tycho Brahe, the famous astronomer,
passes out at the sight of a cage fox. Maria de Medici
feels instantly giddy on seeing a rose, even in a 
paintig, My ancestors, meanwhile, are eating cabbage.
They keep stirring the pot looking for a pigfoot which
isn't there.The sky is blue. The nightingale sings in a
Renaissance sonnet, and immediately someone goes to
bed with a toothache.  

    Escalígero palidece mortalmente al ver     
un berro. Tycho Brahe, famoso astrónomo se desmaya
al ver un zorro enjaulado. María de Medici se marea
súbitamente al ver una rosa, hasta en pintura.Mis
antepasados, entretanto, comen repollo. Remueven
el cazo buscando una pezuña de cerdo que no existe.
El cielo es azul. El ruiseñor canta en un soneto
renacentista, e inmediatamente alguien se va a la cama
con un dolor de muelas.
                                        
                                                ***


I was stolen by the gypsies. My parents stole me
right back. Then the gypsies stole me again. This went
on for some time. One  minute I was in the caravan
suckling the dark teat of my new mother, the next I sat
at the long dinning room table eating  my brealfast with
a silver spoon.
    It was the first day of  spring. One of my fathers
was singing in the bathtub; the other one was painting
a live sparrow the colors of a tropical bird.


    Fui secuestrado por los gitanos, Mis padres me
rescataron. Luego los gitanos volvieron a secuestrarme.
Esto duró un tiempo, un minuto estaba en la
caravana, mamando de la oscura teta de mi nueva
madre, y al minuto, tomando el desayuno con una
cuchara de plata.
    Era el primer día de primavera. Uno de mis
padres cantaba en la tina; el otro pintaba un gorrión
vivo con los colores de un pájaro tropical.
                                        
                                            ***

Mi father loved the strange books of André
Breton. He'd raise the wine glass and toast those far-
off evenings' when butterflies formed a single uncut
ribbon'. Or we'd go out for a piss in the back alley and
he'd say:'Here are some binoculars for blindfolden
eyes.'We  lived in a rundown tenement that smelled of
old people and their pets.
    'Hovering on the edge of the abyss, permeated
with the perfume of the forbidden', we'd take turns
cutting the smoked sausage on the table.'I love
America',he'd tell us. We were going to make a million
dollars manufacturing objects we had seen in dreams
that night.


Mi padre amaba los extraños libros de André 
Breton. Solía alzar su copa y brindar por
aquellas remotas veladas en las que "las mariposas
formaban una larga cinta continua". O salíamos
a mear al callejón de atrás y decía:"He aquí unos 
prismáticos para ojos vendados", Vivíamos en un
edificio ruinoso que olía a casa de viejos con mascotas.
    "Flotando al borde del abismo, impregnados del
perfume de lo prohibido", nos turnábamos para cortar
la salchicha ahumada sobre la mesa."Me encanta 
América"nos decía.Íbamos a ganar un millón de
dólares fabricando objetos que habíamos visto en
sueños aquella noche.

                                                        ***

                        My Secret identity Is


                           The room es empty,
                            And the window is open
                         
      


    Mi identidad secreta es 


El cuarto esta vacío, 
y la ventana abierta
                                                

                                                    ***


    En sus memorias Una mosca en la sopa habla de la nueva vida de   adolescente en Chicago;
"Me matriculé en el instituto Oak Park, el mismo en el que estudió Hemingway. Los profesores nos lo recordaban todos los días. Mi madre encontró un trabajo de costurera en los grandes almacenes Marshall Field's.Mi hermano estaba en tercero. Le iba fenomenal, jugaba al béisbol y hablaba inglés mejor que yo. Llevábamos una vida normal. el único problema era que mis padres discutían todo el rato o se pasaban el día sin dirigirse la palabra. Me tocó la poco envidiable tarea de hacer de mensajero. Para mí los dos tenían razón. Les quería a ambos por igual, pero no soportaba vivir en el mismo techo que ellos.p111

Muere Charles Simic.Eduardo Lago 10 enero 2023 
 
Charles Simic, El mundo no se acaba,Vaso Roto Poesía,2013, Pulitzer de Poesía 1990

Charles Simic, Una mosca en la sopa, Memorias, Vaso Roto,2010

domingo, 30 de octubre de 2022

Manolo Quejido "Distancia sin medida"

 


"Distancia sin medida"   la exposición del pintor  Manolo Quejido  en El Palacio de Velázquez  del Retiro madrileño, estará allí  hasta el 16 de  mayo de 2023. 

Este sevillano de 1946 se trasladó a Madrid  para estudiar en 1964. En los años setenta    formó parte del grupo de artistas   que buscaban nuevas formas de expresión plástica  alejándose de la poética del  informalismo. Son la llamada "Nueva figuración madrileña"  formada por pintores muy diversos  como  Luis Gordillo,Chema Cobo, o Guillermo Pérez Villalta ...

Su interés por la filosofía y la ciencia y el contexto político  le llevan a reflexionar sobre la naturaleza del arte y su función social y política. Se interesa tempranamente por la aplicación al proceso artístico  de las nuevas tecnologías y es uno de los pioneros en la investigación del uso de ordenadores  aplicados a la creación plástica.  En este sentido fue  participante  a partir de 1968 de las actividades que  se desarrollan con el patrocinio de IBM en la Universidad de Madrid.

De las primeras obras de carácter expresionista va acercándose al pop influenciado por la obra de Andy Warhol, Ronald Kitaj  y David Hockney..., y su inquietud le lleva hacia el  neodadá y el neoexpresionismo  hasta "alcanzar los esquemas geométricos" de la última etapa . 
 
Hoy él resume así su trayectoria:
"...Yo empecé pintando con 17 años y antes de iniciar arquitectura. El efecto conocer el Museo del Prado me pegó fuerte. Pintaba porque me resultaba un proceso muy inmediato, Y comencé siendo muy expresionista para derivar a cierto pop o dadá, hasta alcanzar los esquemas geométricos...."
ABCcultural, 29 oct.22



En las obras de Manolo Quejido hay pensamiento, ironía, sarcasmo y espíritu crítico. Usa un colorido intenso y contrastado  y ese cromatismo y  ciertos perfiles y formas  o un fugaz  arabesco en medio de una  geometría más dura -de alguna de sus etapas- parecen  convocar  el espíritu  de los "maestros antiguos"   de la modernidad. Picasso y Matisse especialmente.Pero también Duchamp.

martes, 15 de marzo de 2022

Rilke releído por Zagajewski



Releer a Rilke de Adam Zagajewski  es de formato pequeño y solo tiene 64 páginas,  pero pertenece a esa clase de "libritos" (Muerte en Venecia, T. Mann- París era una fiesta, Hemingway- Chuang-Tzu, Octavio Paz- Antón Chéjov  Natalia Ginzburg- El Huésped,  I.B.Singer- Cartas a un joven poeta, Rilke...) que no se acaban nunca. Toda la sabiduría  del poeta polaco está concentrada en cada línea y contagia al lector o le recuerda lo necesario que es leer o releer en el mejor de los casos a Rilke. 



Días de otoño

Señor, ya es tiempo. Grande ha sido el verano.
Tiende tu sombra sobre los relojes
de sol, y desata los vientos por el campo.

Haz madurar las frutas más tardías,
dales dos días más de sur,
fuérzales a acabar, y echa
el último dulzor al vino recio.

Quien ya no tiene casa, no la construirá.
Quien ahora está solo, lo estará mucho tiempo.
Velará, leerá, escribirá largas cartas
e irá por los paseos, deambulando
de un lado a otro, mientras las hojas caen.

Zagajewski comenta:
    
"...Entre los muchos poemas sobre la muerte en los poemarios de Rilke, éste es uno de los más delicados: no se escucha la palabra muerte. La carencia de un hogar es uno de sus temas centrales y este poema (al que Celan replicaría con su "Corona") lleva directamente a "La primera elegía" de Duino con su lamento ("sin refugio permanente") y sin embargo su belleza difiere de la estética de las elegías, que reside en la búsqueda de las "leyes generales" que rigen la existencia humana, pero aun así ya está presente el tema postrero de construir, de crear objetos como defensa contra la gélida frialdad del universo; si alguien ha construido ya una casa, estará a salvo..."pp37,38
   

Adam Zagajewski, Releer a Rilke, Acantilado 2017


miércoles, 26 de enero de 2022

Céline un texto breve



Mientras se buscan en la red fotos de Céline van pasando velozmente como transparencias implacables improperios: "feroz antisemita, colaboracionista..." escritos a su vez con una ferocidad que sobrecoge y sorprende también que no se emplee siempre y en todos los casos de inhumanidad. Muy distintas  por su ausencia de sectarismo- son las palabras y el tono del escritor de origen judío George Steiner cuando habla sobre el autor francés en Un largo sábado:


Céline y su esposa Lucette Destuches
Se casaron en 1943 y vivieron juntos hasta la muerte de Céline en 1961  a los sesenta y siete años.Lucette murió en 2019 a los 107 .Lucette  era bailarina pero una vez muerto Céline sacrificó su vida profesional para en una difícil batalla, perdida, defender la memoria de su marido.

    
"Si me pregunta quien ha marcado el curso de la lengua francesa, en los tiempos modernos, le diré que son Proust y Céline. Los dos. Céline es con Rabelais, uno de los más grandes magos de la lengua francesa, gracias a Viaje al fondo de la noche. Pero no sólo el  Viaje. Las tres novelas sobre su fuga a Dinamarca (que muy pocos leen hoy en día) -De un castillo al otro, Norte y Rigodón- son una maravilla. Las escenas con su gato Bébert, ante las llamas de Colonia, cuando el gato se pierde entre las llamas y se baja del tren; las escenas de Sigmaringen -donde Pétain, completamente sordo, no oye el descenso del avión inglés que se acerca al puente- ¡son shakesperianas! Y lo digo con todo el cuidado. En  ese hombre horrible se esconden grandes invenciones poéticas. Y también una inmensa compasión humana. Como médico fue formidable con los pobres, con los animales. [...] 
Por eso no consigo comprender. Ese mismo hombre concibe esa basura infame que es Bagatelas para una masacre y otros textos. Panfletos, grandes panfletos antisemitas. Se me pide comprensión : no puedo comprenderlo. Ese mismo hombre quiere que todos los judíos acaben en un horno.
    ¿Qué hacer frente a eso? Como lector, como profesor, tengo una deuda enorme con esos textos. Son los textos que amueblan  mi mente y mi ser . Ello no quiere decir ni por un instante que defienda a esos hombres."....pp.109,110  


George Steiner, Un largo sábado. Conversaciones con Laure Adler. Siruela 


lunes, 6 de diciembre de 2021

Navidad 2021/ Joseph BRODSKY y Paco DE LUCÍA



                                            

25. XII. 1993

¿Qué hace falta para un milagro? A una zamarra de pastor,

un granito de ayer y una pizca de hoy
y mañana, añádeles a ojo
un trocito de espacio y una miga de cielo.

Y el milagro se hará. Porque los milagros
gravitan en torno a la tierra y guardan
nuestras direcciones. Y tanto es su afán por encontrarnos
que incluso en el desierto dan con quien lo habita.

Y, si dejas tu casa, al despedirte,
enciende la estrella de cuatro velas
para que ilumine el mundo vacío, y te siga
con su mirada por los siglos de los siglos.

                                                                                 1993

viernes, 20 de agosto de 2021

Kerstin Brätsch artista visual

 





Hace más de un siglo comenzó  a resquebrajarse el Arte Occidental tal como se pensó en el Renacimiento: el arte mímesis y reproducción de las apariencias y el parámetro de belleza como equilibrio, armonía y proporción. Ese modelo aún lo tuvo en cuenta  el Impresionismo pero el Fauvismo,(1905) proclamó la autonomía del color al margen de la naturaleza y el Cubismo (1908), fragmentó la figura y el espacio para introducir el tiempo. En 1909 el Futurismo italiano en el Manifiesto que encabezó Marinetti, entre algunas ideas delirantes, introdujo la velocidad y el dinamismo de la vida moderna y muchos aspectos como el absurdo que recogería y amplificaría  Dadá, que se declararía antiarte mientras el Surrealismo (1924) introduciría  el automatismo psíquico, los sueños y el inconsciente. 
Marcel Duchamp coronó  la ruptura con dos conceptos radicales: "quién es un artista" ( alguien que  se proclama como tal) y "qué es arte" ( aquello que dice un artista que lo es) y de paso con sus "vidrios" dio a la pintura por muerta. 
Y así se llegó al arte llamado abstracto y  al arte conceptual en el que las ideas son más importantes que los objetos realizados, sean pintura, escultura o un conjunto  de todo ello y lleva a esa clase de obras  que hace preguntarse con desconcierto  "¿pero, esto es arte?"

               

Y sin embargo durante el siglo veinte y hasta hoy la pintura ha  sobrevivido metarmofoseándose, buscando otros objetivos, y utilizando otras técnicas y otros materiales, más objetos encontrados, más vídeo, etc... formando el collage de las performances o las instalaciones  multimedia.

Kerstin Brätsch, Hamburgo, 1978, es una de esos artistas que actualmente certifican la vitalidad de la pintura,una artista visual que estudió arte en las universidades de Berlín y Columbia y actualmente reside  en Nueva York  donde   trabaja en dilatar los límites de la pintura, de  la abstracción  y del arte  creando  obras impactantes que no dejan indiferente.   








Su método de trabajo incluye cualquier cosa excepto la pintura con pincel; usa óleo, vidrio, rocas volcánicas, papel de aluminio,tubos de neón... Realiza piezas de gran tamaño que expone de forma especial a menudo sostenidas por imanes y combinándolas en interesantes performances partiendo de el poder del lenguaje y su ambigüedad, buscando expresar conceptos abstractos, el calor, el frío..., utilizando de forma creativa una combinación ,caótica en principio, de materiales con los que crea un universos sofisticado y elegante, inusual.




jueves, 29 de abril de 2021

J.L.BORGES un cuento "El Indigno"




Ricardo Piglia escribió una vez que  Borges era el último escritor argentino del siglo XIX y Arlt el primero del siglo XX. Una broma, porque  Borges es atemporal -y   era ya un clásico en  vida-,   además de ser  uno de los  pesos pesados  de la literatura en español y hasta de  la cultura occidental, tan dilatada y difícil de delimitar...  (quién  no está contaminado de judaísmo, cristianismo, cultura grecorromana y otros gérmenes...)  Pero Piglia posiblemente sólo quería remarcar con esa boutade la calidad y la importancia de Arlt.

Cuando en 1926 apareció en  Buenos Aires su  novela "El juguete rabioso" rompía con el modo de narrar habitual y al no poderla encajar en modelos conocidos  el mundillo literario decidió que Arlt no sabía escribir. Pocos sospecharon que fuera una obra maestra. Pero Borges supo valorarla y muchos años después volvió sobre uno de sus aspectos para escribir "El indigno", uno de sus mejores cuentos.


Norah Borges, 1949?


   
EL INDIGNO

     
    La imagen que tenemos de la ciudad siempre es algo anacrónica. El café ha degenerado en bar; el zaguán que nos dejaba entrever los patios y la parra es ahora un borroso creador con un ascensor en el fondo. Así, yo creí durante años que a determinada altura de Talcahuano me esperaba la Librería de Buenos Aires, una mañana comprobé que la había reemplazado una casa de antigüedades y me  dijeron que don Santiago Fischbein, el dueño, había fallecido. Era más bien obeso; recuerdo menos sus facciones que nuestros largos diálogos. Firme y tranquilo, solía condenar el sionismo, que haría del judío un hombre común, atado, como todos los otros, a una sola tradición y un solo país, sin las complejidades y discordias que ahora lo enriquecen. Estaba compilando, me dijo, una copiosa antología de la obra de Baruch Spinoza, aligerada de todo ese aparato euclidiano que traba la lectura y que da a la fantástica teoría un rigor ilusorio. Me mostró, y no quiso venderme, un curioso ejemplar de la Kabbala denudata de Rosenroth, pero en mi biblioteca hay algunos libros de Ginsburg y de Waite que llevan su sello.
    Una tarde en que los dos estábamos solos me confió un episodio de su vida, que hoy puedo referir. Cambiaré, como es de prever, algún pormenor.
    "-Voy a revelarle una cosa que no he contado a nadie. Ana, mi mujer, no lo sabe, ni siquiera mis amigos más íntimos. Hace ya tantos años que ocurrió que ahora la siento como ajena. A lo mejor le sirve para un cuento, que usted, sin duda, surtirá de puñales. No sé si ya le he dicho alguna otra vez que soy entrerriano. No diré que éramos gauchos judíos; gauchos judíos no hubo nunca. Éramos comerciantes y chacareros. Nací en Urdinarrain, de la que apenas guardo memoria; cuando mis padres se vinieron a Buenos Aires, para abrir una tienda, yo era muy chico. A unas cuadras quedaba el Maldonado y después los baldíos.
    Carlyle ha escrito que los hombres precisan héroes. La historia de Grosso me propuso el culto de San Martín, pero en él no hallé más que un militar que había guerreado en Chile y que ahora era una estatua de bronce y el nombre de una plaza. El azar me dio un héroe muy distinto, para desgracia de los dos: Francisco Ferrari. Esta debe ser la primera vez que lo oye nombrar.
    El borrico no era bravo como lo fueron, según dicen, los Corrales y el Bajo, pero no había almacén que no contara con su barra de compadritos. Ferrari paraba en el almacén de Triunvirato y Thames. Fue allí donde ocurrió el incidente que me llevó a ser uno de sus adictos. Yo había ido a comprar un cuarto de yerba. Un forastero de melena y bigote se presentó y pidió una ginebra. Ferrari le dijo con suavidad:
    -Dígame ¿no nos vimos anteanoche en el baile de la Juliana? ¿De dónde viene?
    -De San Cristóbal -dijo el otro.
    -Mi consejo -insinuó Ferrari- es que no vuelva por aquí. Hay gente sin respeto que es capaz de hacerle pasar un mal rato.
    El de San Cristóbal se fue, con bigote y todo. Tal vez no fuera menos hombre que el otro, pero sabía que ahí estaba la barra.
    Desde  esa tarde Francisco Ferrari fue el héroe que mis quince años anhelaban. Era morocho, más bien alto, de buena planta, buen mozo a la manera de la época. Siempre andaba de negro. Un segundo episodio nos acercó. Yo estaba con mi madre y mi tía; nos cruzamos con unos muchachones y uno le dijo fuerte a los otros:
    Déjenlas pasar. Carne vieja.
    Yo no supe qué hacer. En eso intervino Ferrari, que salía de su casa. Se encaró con el provocador y le dijo:
    Si andás con ganas de meterte con alguien ¿ por qué no te metés conmigo más bien?
    Los fue filiando, uno por uno, despacio, y nadie contestó una palabra. Lo conocían.
    Se encogió de hombros, nos saludó y se fue. Antes de alejarse , me dijo:
    -Si no tenés nada que hacer, pasá luego por el boliche.
    Me quedé anonadado. Sarah, mi tía, sentenció:
    -Un caballero que hace respetar a las damas.
    Mi madre, para sacarme del apuro, observó:
    Yo diría más bien un compadre  que no quiere que haya otros.
    No sé  cómo explicarle las cosas. Yo me he labrado ahora una posición, tengo esta librería que me gusta y cuyos libros leo, gozo de amistades como la nuestra, tengo mi mujer y mis hijos, me he afiliado al partido socialista, soy un buen argentino y un buen judío. Soy un hombre considerado. Ahora usted me ve casi calvo; entonces yo era un pobre muchacho ruso, de pelo colorado, en un barrio de las orillas. La gente me miraba por encima del hombro. Como todos los jóvenes, yo trataba de ser como los demás. Me había puesto Santiago para escamotear el Jacobo, pero quedaba el Fischbein. Todos nos parecemos a la imagen que tienen de nosotros. Yo sentía el desprecio de  la gente y yo me despreciaba también. En aquel tiempo, y sobre todo en aquel medio,era importante ser valiente; yo me sabía cobarde. Las mujeres me intimidaban; yo sentía la íntima vergüenza  de mi castidad temerosa. No tenía amigos de mi edad.
    No fui al almacén esa noche. Ojalá nunca lo hubiera hecho. Acabé por sentir que en la invitación había una orden; un sábado después de comer, entré en el local.
    Ferrari presidía una de las mesas. A los otros yo los conocía de vista; serían unos siete. Ferrari era el mayor, salvo un hombre viejo de pocas y cansadas palabras, cuyo nombre es el único que no se me ha borrado de la memoria: don Eliseo Amaro. Un tajo le cruzaba la cara, que era muy ancha y floja. Me dijeron , después, que había sufrido una condena.
    Ferrari me sentó a su izquierda; a don Eliseo lo hicieron mudar de lugar. Yo no las tenía todas conmigo.- Temía que Ferrari aludiera al ingrato incidente de días pasados. Nada de eso ocurrió; hablaron de mujeres, de naipes, de comicios, de un payador que estaba por llegar y que no llegó, de las cosas del barrio. Al principio les costaba aceptarme; luego lo hicieron, porque tal era la voluntad de Ferrari. Pese a los apellidos en su mayoría italianos, cada cual se sentía (y lo sentían) criollo y aun gaucho. Alguno era cuarteador o carrero o acaso matarife; el trato con los animales les acercaría a la gente de campo. Sospecho que su mayor anhelo hubiera sido ser Juan Moreira. Acabaron por decirme el Rusito, pero en el apodo no había desprecio. De ellos aprendí a fumar y otras cosas.
    En una casa de la calle Junín alguien me preguntó si yo era amigo de Francisco Ferrari. Le contesté que no; sentí que haberle contestado que sí hubiera sido una jactancia.
    Una noche la policía entró y nos palpó. Alguno tuvo que ir a comisaría; con Ferrari no se metieron. A los quince días la escena se repitió; esta segunda vez arrearon con Ferrari también, que tenía una daga en el cinto. Acaso había perdido el favor del caudillo de la parroquia.
    Ahora veo en Ferrari un pobre muchacho iluso y traicionado; para mí, entonces, era un dios.
    La amistad no es menos misteriosa que el amor o que cualquiera de las otras faces de esta confusión que es la vida. He sospechado alguna vez que la única cosa sin misterio es la felicidad, porque se justifica por sí sola. El hecho es que Francisco Ferrari, el osado, el fuerte, sintió amistad por mí, el despreciable.Yo sentí que se había equivocado y que yo no era digno de esa amistad. Traté de rehuirlo y no me lo permitió. Esta zozobra se agravó por la desaprobación de mi madre, que no se resignaba a mi trato con lo que ella nombraba la morralla y que yo remedaba. Lo esencial de la historia que le refiero es mi relación con Ferrari, no los sórdidos hechos, de los que ahora no me arrepiento. Mientras dura el arrepentimiento dura la culpa.
    El viejo, que había retomado su lugar al lado de Ferrari, secreteaba con él. Algo estarían tramando. Desde la otra punta de la mesa, creí percibir el nombre de Weidemann, cuya tejeduría quedaba por los confines del barrio. Al poco tiempo me encargaron, sin más explicaciones, que rondara la fábrica y me fijara bien en las puertas. Ya estaba por atardecer cuando crucé el arroyo y las vías. Me acuerdo de unas casas desparramadas, de un sauzal y unos huecos. La fábrica era nueva, pero de aire solitario y derruido; su color rojo, en la memoria, se confunde ahora con el poniente. Le cercaba una verja. Además de la entrada principal, había dos puertas en el fondo que miraban al sur y que daban directamente a las piezas.
    Comprendo que tardé en comprender lo que usted ya habrá comprendido. Hice mi informe, que otro de los muchachos corroboró. La hermana trabajaba en la fábrica. Que la barra faltara al almacén un sábado a la noche hubiera sido recordado por todos; Ferrari decidió que el asalto se haría el otro viernes. A mí me tocaría hacer de campana. Era mejor que, mientras tanto, nadie nos viera juntos. Ya solos en la calle los dos, le pregunté a Ferrari:
    -¿Usted me tiene fe?
    -Sí -me contestó-. Sé que te portarás como un hombre.

    Dormí bien esa noche y las otras. El miércoles le dije a mi madre que iba a ver en el centro una vista nueva de cowboys. Me puse lo mejor que tenía y me fui a la calle Moreno. El viaje en el Lacroze fue largo. En el Departamento de Policía me hicieron esperar, pero al fin uno de los empleados, un tal Eald o Alt, me recibió. Le dije que venía a tratar con él un asunto confidencial. Me respondió que hablara sin miedo. Le revelé lo que Ferrari andaba tramando. No dejó de admirarme que  ese nombre le fuera desconocido; otra cosa fue cuando hablé de don Eliseo.
    -¡Ah! -me dijo-.Ese fue de la barra del Oriental.
    Hizo llamar a otro oficial, que era de mi sección, y los dos conversaron. Uno me preguntó, no sin sorna:
    -¿Vos venís con esta denuncia porque te creés un buen ciudadano?
    Sentí que no em entendería y le contesté:
    -Sí, señor. soy un buen argentino.
    Me dijeron que cumpliera con la misión que me había encargado mi jefe, pero que no silbara cuando viera venir a los agentes. Al despedirme, uno de los dos me advirtió:
    -Andá con cuidado. Vos sabés lo que les espera a los batintines.
    Los funcionarios de policía gozan con el lunfardo, como los chicos de cuarto grado. Le respondí:
    -Ojalá me maten. Es lo mejor que puede pasarme.
    Desde la madrugada del viernes, sentí el alivio de estar en el día definitivo y el remordimiento de no sentir remordimiento alguno. Las horas se em hicieron muy largas. Apenas probé la comida. A las diez de la noche fuimos  juntándonos a una cuadra escasa de la tejeduría. Uno de los nuestros falló; don Eliseo dijo que nunca falta un flojo. Pensé que luego le echarían la culpa de todo. Estaba por llover. Yo temí que alguien se quedara conmigo, pero me dejaron solo en una de las puertas del fondo. Al rato aparecieron los vigilantes y un oficial. Vinieron caminando; Ferrari había forzado la puerta y pudo entrar sin hacer ruido. Me aturdieron cuatro descargas.para no llamar a la atención de servicio dejó los caballos en un terreno.Yo pensé que adentro, en la oscuridad, estaban matándose.En eso vi salir a la policía con los muchachos esposados. Después salieron dos agentes, con Francisco Ferrari y don Eliseo amaro a la rastra. Los ardido a balazos. En el sumario se solicitó que resistido la orden de arresto y que fueron los primeros en hacer fuego. Yo sabía que era mentira, porque no los vi nunca con revólver. La policía aprovechó la ocasión para cobrarse una vieja deuda. Días después, me dijeron que Ferrari trató de huir, pero que un balazo bastó.Los diarios, por supuesto, lo convirtieron en el héroe que acaso nunca fue y que yo había soñado.
    A mí me arrearon con los otros y al poco tiempo me soltaron. "

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Jorge Luis Borges, El informe de Brodie , Alianza / Emecé, 1974