" Una civilización literaria no se construye a base de lecturas, sino de relecturas; quizá hasta una civilización a secas.[...]Releer es esa alianza discorde, reencontrar, reconocer y descubrir a la vez; encontrar lo que la lectura anterior o incluso alguna otra lectura no nos había revelado. El libro releído nos ofrece algo que ninguna lectura, por precisa que sea, podía darnos"./Giorgio Manganelli, 1990

miércoles, 7 de octubre de 2015

P.K.Dick / "Peculiaridades de los ojos"





Roberto Bolaño y Rodrigo Fresán  mantuvieron un dialogo apasionado sobre P.K.Dick, -que Letras Libres publicó en Junio de 2002.



                     Carl Andre


Rodrigo Fresán: Estos últimos meses estuve releyendo -y leyendo por primera vez algunos textos suyos- a Philip K. Dick y lo primero que me sorprendió es el hecho de que su obra no haya envejecido en absoluto, teniendo en cuanta que él solía decir que escribía acerca de lo que iba a pasar en los próximos meses, sobre un futuro casi presente.[...]

Roberto Bolaño: Recuerdo con mucho cariño a Dick. Yo creo que es el escritor de los paranoicos, del mismo modo que Byron fue el escritor de los románticos. Incluso su biografía tiene ciertos matices byronianos: es un hombre de vida amorosa agitada y, políticamente , está con las causas perdidas.En ocasiones con las causas más extremas o que la gente considera que son las más extremas.  Y es curioso que uno de los grandes escritores del siglo XX (algo en lo que creo que estamos de acuerdo) sea precisamente un  escritor "de género". Un  escritor que para ganarse la vida (un término horrible este de ganarse la vida) se pone a escribir y publicar novelas en editoriales populares, a un ritmo endiablado, novelas que ocurren en Marte o en un mundo en donde los robots son algo normal y rutinario.En fin: la peor manera de labrarse un nombre en el mundo de las letras, como diría un escritor francés de finales del XIX. Y sin embargo Dick no solo se labra un nombre en la literatura sino que se convierte en punto de referencia de otras artes, como el cine, y su prestigio sigue creciendo. ¿Tú recuerdas la primera novela que leíste de él? La mía fue Ubik y el martillazo que recibí fue considerable.


                       La entrevista completa en Letras Libres: Dos hombres en el castillo.

                            
                                                        Carl Andre



PECULIARIDADES DE LOS OJOS

    Descubrí por pura casualidad que la Tierra había sido invadida por una forma de vida procedente de otro planeta. Sin embargo, aún no he hecho nada al respecto; no se me ocurre qué. Escribí al gobierno y en respuesta me enviaron un folleto sobre la reparación y el mantenimiento de las casas de madera. En cualquier caso, es de conocimiento público; no soy el primero que lo ha descubierto. Hasta es posible que la situación esté controlada.

   Estaba sentado en mi butaca, hojeando un libro de bolsillo que alguien había  olvidado en el autobús, cuando topé con la referencia que me puso sobre la pista. Por un momento, no reaccioné. Tardé un rato en comprender su importancia. Cuando lo asimilé, me pareció extraño no haber reparado en ello de inmediato.

Era una clara referencia a una especie no humana, extraterrestre, de increíbles características. Una especie, me apresuro a señalar, que adopta el aspecto de seres humanos normales. Sin embargo , las siguientes observaciones del autor no tardaron en desenmascarar su auténtica naturaleza. Comprendí enseguida que el autor lo sabía todo. Lo sabía todo, pero se lo tomaba con extraordinaria tranquilidad.  La frase (aún tiemblo al recordarla) rezaba:...sus ojos pasearon lentamente por la habitación.
   Vagos escalofríos me asaltaron. Intenté imaginarme los ojos. ¿Rodaban como monedas? El fragmento indicaba que no; daba la impresión de que se movían por el aire, no sobre la superficie. En apariencia, con cierta rapidez. Ningún personaje del relato se mostraba sorprendido. Eso es lo que más me intrigó. Ni la menor señal de estupor ante algo tan atroz. Después los detalles se ampliaban.
...sus ojos pasaron de una persona a otra.
   Lacónico pero definitivo. Los ojos se habían separado del cuerpo y tenían autonomía. Mi corazón latió con violencia y me quedé sin aliento. Había descubierto por casualidad la mención de una raza desconocida. Extraterrestre, desde luego. No obstante, todo resultaba perfectamente natural para los personajes del libro, lo cual sugería que pertenecían a la misma especie.
   ¿Y el autor? Una sospecha empezó a formarse en mi mente. El autor se lo tomaba con demasiada tranquilidad. era evidente que lo consideraba de lo más normal. En ningún momento intentaba ocultar lo que sabía. El relato proseguía:
...a continuación, sus ojos acariciaron a Julia.
   Julia, por ser una dama, tuvo el mínimo decoro de experimentar indignación. La descripción revelaba que enrojecía y arqueaba las cejas en señal de irritación. Suspiré aliviado. No todos eran extraterrestres. La narración continuaba:
...sus ojos, con toda parsimonia, examinaron cada centímetro de la joven.
   ¡Santo Dios! En este punto, por suerte, la chica daba media vuelta y se largaba, poniendo fin a la situación. Me recliné en la butaca, horrorizado. Mi esposa y mi familia me miraron asombrados.
   -¿Qué pasa, querido?- preguntó mi mujer.
   No podía decírselo. Una revelación como ésta sería demasiado para una persona corriente. Debía guardar el secreto.
   -Nada- respondí con voz estrangulada.
   Me levanté, cerré el libro de golpe y salí de casa a toda prisa.



Seguí leyendo en el garaje. Había más. Leí el siguiente párrafo, temblando de pies a cabeza:
...su brazo rodeó a Julia. Al instante, ella pidió que se lo quitara, cosa a la que él accedió de inmediato, sonriente.
   No consta que fue del brazo después de que el tipo se lo quitara. Quizá se quedó apoyado en la pared, o lo tiró ala basura. Da igual. En cualquier caso, el significado era diáfano.
   Era una raza de seres capaces de quitarse partes de su anatomía a voluntad. Ojos, brazos...y tal vez más. Sin pestañear. En este punto, mis conocimientos de biología me resultaron muy útiles. Era obvio de que se trataba de seres simples, unicelulares, una especie de seres primitivos compuestos por una sola célula. Seres no más desarrollados que una estrella de mar. Estos animalitos pueden hacer lo mismo.
   Seguí con mi lectura. Y entonces topé con esta increíble revelación, expuesta con toda frialdad por el autor, sin que su mano temblara lo más mínimo:
...nos dividimos ante el cine. Una parte entró, y la otra se dirigió al restaurante para cenar.
   Fisión binaria sin duda. Se dividían por la mitad y formaban dos entidades. Cabía la posibilidad de que las partes inferiores fueran al restaurante, pues estaba más lejos, y las superiores al cine.Continué leyendo, con manos temblorosas. Había descubierto algo importante. Mi mente vaciló cuando leí este párrafo:
...temo que no hay duda. El pobre Bibney ha vuelto a perder la cabeza.
   Al cual seguía:
...y Bob dice que no tiene entrañas.
   Pero Bibney se las ingeniaba tan bien como el siguiente personaje. Éste, no obstante, era igual de extraño. No tardaba en ser descrito como:
...carente por completo de cerebro.



El siguiente párrafo despejaba toda duda. Julia, que hasta el momento me había parecido una persona normal, se revela también como una forma de vida extraterrestre, similar al resto:
...con toda deliberación, Julia había entregado su corazón al joven.
   No descubrí a qué fin había sido destinado el órgano, pero daba igual. Resultaba evidente que Julia se había decidido a vivir de su manera habitual, como los demás personajes del libro. Su corazón, brazos,ojos, cerebro, vísceras, dividiéndose en dos cuando la situación lo requería. Sin escrúpulos.
...a continuación le dio la mano.
   Me horroricé. El muy canalla no se conformaba con su corazón, también se quedaba con su mano. Me estremezco al pensar en lo que habrá hecho con ambos, a estas alturas.
...cogió su brazo.
   Sin más contemplaciones, había pasado a la acción y procedía a desmembrarla. Rojo como un tomate, cerré el libro y me levanté, pero no a tiempo de soslayar la última referencia a esos fragmentos de anatomía tan despreocupados, cuyos viajes me habían puesto sobre la pista desde un principio:
...sus ojos le siguieron por la carretera y mientras cruzaba el prado.
    Salí como un rayo del garaje y me metí en la bien caldeada casa, como si aquellas detestables cosas me persiguieran. Mi mujer y mis hijos jugaban al Monopoly en la cocina. Me uní a la partida y jugué con frenético entusiasmo. Me sentía febril y los dientes me castañeteaban.
   Ya había tenido bastante. No quiero saber nada más de eso. Que vengan. que invadan la Tierra. No quiero mezclarme en ese asunto.
   No tengo estómago para esas cosas.



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                                                 Ridley Scott y P.K.Dick  


p.k.dick, Cuentos completos III, minotauro, 2013

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