" Una civilización literaria no se construye a base de lecturas, sino de relecturas; quizá hasta una civilización a secas.[...]Releer es esa alianza discorde, reencontrar, reconocer y descubrir a la vez; encontrar lo que la lectura anterior o incluso alguna otra lectura no nos había revelado. El libro releído nos ofrece algo que ninguna lectura, por precisa que sea, podía darnos"./Giorgio Manganelli, 1990

sábado, 17 de agosto de 2013

EL ARTE DE RELEER: "el rumor" sutil de la prosa de Giorgio Manganelli





Il rumore sottile della prosa es uno de los singulares libros de  Giorgio Manganelli, el escritor italiano que publicó  EL ARTE DE RELEER  en el  desaparecido Diario 16, en mayo de 1990. En ese artículo Manganelli, mostraba cómo la  lectura de un libro es un  proceso que se va completando con relecturas sucesivas cada una de las cuales aporta algo nuevo que no se había captado en la lectura anterior. Es parte de la filosofía de su "manifiesto": "Ningún libro termina;los libros no son largos, son anchos"

La hoja del periódico con el artículo, guardada desde entonces entra y sale plegada de un libro de poesía, siempre el mismo. El ejemplar está  en peligro.Amarillea y no tardará en rasgarse por las dobleces.Como el texto de Manganelli no se ha podido encontrar en la red lo mejor es copiarlo.


Giorgio Manganelli
                                                           

                                                        EL ARTE DE RELEER

"HACE algún tiempo, no muchos meses, me puse a releer libros que ya conocía, había frecuentado y había releído con mayor o menor asiduidad.A menudo se dice que en Italia se lee poco y quizá eso ya no sea tan cierto como lo fue antes; desde luego, mucho no es que se lea, pero a mí me gustaría saber cuánto se relee. Una civilización literaria no se construye a basa de lecturas, sino de relecturas; quizá hasta una civilización a secas. Hay generaciones que han conseguido una dignidad duradera leyendo un único libro, la Biblia. No leían otro, pero con eso bastaba para convertir a sus miembros en individuos cultos y, a veces, en artistas, literatos o escritores.
I promessi sposi o La Divina Commedia han sido libros perennes, como lo han sido en otras literaturas el Quijote, Guerra y paz y, por supuesto, la Iliada y la Odisea. No creo que para nosotros, sobre todo para quien hace profesión de una cierta literariedad, exista ya el libro perenne. Si tuviera que optar por uno que en mi opinión se hubiese acercado a serlo, señalaría las Operette morali, de Leopardi.
Releer es una experiencia que nada tiene que ver con leer. Leemos un libro que desconocemos y puede ser un clásico que ignorábamos -a veces llegan hasta nosotros rusos, polacos o escandinavos a quienes no conocíamos de nada-, o bien un joven escritor que ha creado su ópera prima o, lo que ya es más infrecuente, un texto inédito de algún  escritor antiguo.
En cualquier caso lo leemos movidos por la curiosidad, el interés y quizá por una cierta desazón provocada al descubrir nuestra ignorancia. Seremos un poco como espectadores de cine, deseosos de ver lo que pasa y cómo va a terminar. Si al acabar la película salimos y sabemos ya que esa experiencia ha terminado, quiere decir que no ha pasado nada. Muchos libros, incluso importantes, entran en nuestra vida y se marchan. ¿Los reeleré? Puede que sí, puede que no. Precisamente me repito el título. Tengo un vago deseo de releer las Memorie di un italiano, de Nievo. Hace muchos años que no las toco. He aquí un libro que he leído una sola vez.
HAY una relectura inmediata, que casi es obligatoria para hacer una reseña, y una relectura interesante por no verse distraída por preocupaciones externas, por el qué sucederá, el cómo va a acabar o si lo dice o si no lo dice. Esa relectura inmediata revela giros, implicaciones y alusiones que pasan inadvertidos en una primera lectura; en realidad, en una primera lectura  se escapa casi todo. Supongo que la mayor parte de los "best-sellers" modernos no conocen lo que es una segunda lectura. Puedo leer de manera más o menos entretenida un "thiller" como la Cruna dell'ago (El ojo de la aguja), pero la sola idea de releerlo inmediatamente me produce pavor. De todas formas he de reconocer que hay libros amarillos [policíacos] o de ciencia-ficción  que saben dejarse releer a distancia; me ocurrió con The puppet masters,  de Henlein, y con Mad universe, de Frederick Brown. Pretendía recuperar ciertas emociones y a veces lo conseguía.
Sin embargo, sigo pensando en otras relecturas. Hace poco me releí la Giostra, de Poliziano; el Morgante, de Pulci; el Orlando furioso, de Ariosto; la Jerusalén liberada y la Aminta, de Tasso. en ningún caso se trataba de la primera relectura, sino quizá de la cuarta o quinta. Así pues, esos libros tenía que conocérmelos. En cambio, el sentimiento dominante fue de sorpresa, de curiosidad, de descubrimiento de lo inesperado. Descubría la melodía concreta de la octava de Poliziano, que parece aludir proféticamente a Ariosto, mientras que Pulci en realidad se aleja, teniendo algo del Dante encanallado (¿los sonetos con Forese Donati?). He gozado increíblemente con el puro juego laberíntico del texto de Ariosto, lleno de infinitos circunloquios e imposible de recordar en todos sus vericuetos. Y no sabía yo que la Jerusalén liberada fuese un libro tan patentemente atormentado y tormentoso, y resulta que me doy cuenta de otra cosa que tendría que haber sabido, que la adjetivación de Tasso es totalmente distinta de la de Ariosto, por lo pacata y funcional que resulta la de este último, mientras que Tasso se muestra dramático, ingenioso y valioso. Su Aminta me la sé casi de memoria, pero cuando la releo , me olvido de que la conozco, vuelvo a ser un primer lector, mientras sigo siendo a la vez el relector y la persona que, caminando por su propia casa, la descubre con inédito asombro, como si la hubiera abandonado. y, desde luego, aquel que lee una sola vez abandona.
RELEER es esa alianza discorde, reencontrar, reconocer y descubrir a la vez; encontrar lo que la lectura anterior e incluso alguna otra lectura no nos había revelado.El libro releído nos ofrece algo que ninguna lectura, por precisa que sea, podía darnos.
La primera lectura puede ser también un enamoramiento. Pero existen delicias de amorosidad mental que sólo se abandonan al cabo de años de solidaridad y complicidad. Vaya, casualmente, e ido a dar con la palabra justa. Hay libros que exigen complicidad, una atención maliciosa y un tanto deshonesta, en el sentido de que no hay que dudar en malentender o dejarse engañar por un juego astuto, por un poco de mala fe.Otra palabra que me gusta: existe una cierta mala fe de los grandes libros que es la última en dejarse reconocer, que es un juego dentro de un juego, una alucinación y también una moneda fuera de curso, o falsa, según nuestras aversiones monetarias, con la que adquirir una piedra preciosa, quizá inexistente.
En el corazón del gran libro se encuentra la nada más valiosa e irrepetible. Para llegar a ese núcleo fatal e inasible, en exquisito equilibrio entre el ser y el no ser, hay que releer, caminar por calles que creemos reconocer, orientarse por vericuetos que nos engañamos creyendo conocer al dedillo, escrutar lo que hemos mirado, ser superficiales donde nos atrevimos a ser profundos, buscar en la superficie esa profundidad que creímos encontrar en otra parte.
Veo que no he nombrado un libro que, en mayor medida que cualquier otro, me parece a la vez secreto y explícito, y que es quizá, el que más a menudo he leído y releído,y, espero, releeré: se trata de un libro obvio y secreto, el inagotable Pinocho."


                                               


P.D./Si El arte de releer fue escrito para la fecha que consta en el periódico, Giorgio Manganelli no  debió tener tiempo de releer una vez más Pinocho, porque ,repentinamente, murió cinco días después:  Giorgio Manganelli ha muerto


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