" Una civilización literaria no se construye a base de lecturas, sino de relecturas; quizá hasta una civilización a secas.[...]Releer es esa alianza discorde, reencontrar, reconocer y descubrir a la vez; encontrar lo que la lectura anterior o incluso alguna otra lectura no nos había revelado. El libro releído nos ofrece algo que ninguna lectura, por precisa que sea, podía darnos"./Giorgio Manganelli, 1990

martes, 6 de marzo de 2018

De Bukowski para Sherwood Anderson


Siempre se desea volver a  Bukowski, a su poesía, a sus escritos, no necesariamente  eróticos, a lo más parecido a una  autobiografía de  infancia y juventud que es La senda del perdedor y que si se lee deja marca. Y cuando se llega  otra vez a sus versos se reconoce al gran poeta que transmuta  lo cotidiano y vulgar en  lirismo áspero y sutil con destellos  de belleza parpadeante, tipo :"el tatuaje de neón de Hemingway"...

                   
                                          Grant Wood, 1931 

Los versos de Bukowski a Sherwood Anderson (Camden,1876-1942) son una declaración de amor desdeñosa. Por  pudor,  por revelar algo  íntimo o  intenso, por desesperación... Es el mismo desdén  de Idea Vilariño regañando a Darío en  A un poeta: ..."te robaron, te robaron Rubén , mira que fuiste tonto...";o  el de José Emilio Pacheco  en Alta traición donde esconde un sentimiento  profundo por México D.F.  en  un  verso arrasador : una ciudad deshecha, gris monstruosa... 
Sherwood Anderson  es uno de  los padres de la narración breve norteamericana. De él Cesare Pavese recuerda que todos los grandes narradores que le siguieron le deben algo, y aunque Pavese sólo se refiera a la forma de narrar, cuando Hemingway con veintitrés años llegó a París en 1922 "apareció con una carta de presentación de Sherwood Anderson", escribe en sus memorias Gertrude Stein. Anderson es un gran escritor peculiar que se adapta muy bien a la descripción y los adjetivos que le propina Bukowski y también a su admiración y afecto.  
El tonto es el más extraño  de los cuentos de Anderson leídos hasta ahora  pero en él también :"la forma de sus frases, uno sentía espacio entre sus frases, aire"...o "las frases se quedaban, grabadas, algo así como van Gogh"...se cumple.



 




uno para Sherwood Anderson
a veces me olvido de él y su peculiar
inocencia, casi idiota, torpe y empalagoso,
le gustaba cruzar puentes y atravesar trigales.
esta noche pienso en él, la forma de sus frases,
uno sentía espacio entre sus frases, aire
y relataba de tal modo que las frases se quedaban 
grabadas
algo así como van Gogh.
se tomaba su tiempo
para mirar lo que le rodeaba
a veces corría a salvar algo,
y otras veces lo regalaba todo.
no entendía el tatuaje en neón de Hemingway,
Faulkner le parecía demasiado listo.
era un paleto del Medio Oeste
se tomaba su tiempo.
estaba tan lejos de Fitzgerald como lo estaba
de París.
contaba historias y dejaba el significado abierto
y a veces contaba historias insignificantes
porque así es como era.
contó la misma historia una y otra vez
y nunca escribió una historia intragable.
y nadie habla nunca de su vida ni de
su muerte.
                                         



one for Sherwood Anderson

Sometimes I forget about him and his peculiar

innocence, almost idiotic, awkward and mawkish,
he liked walking over bridges and through cornfields.
tonight I think about him, the way the lines were,
one felt space between his lines, air
and he told it so the lines remained
carved there
something like van Gogh.
he took his time
looking about
sometimes running to save something
leaving everything to save something,
then at other times giving it all away.
he didn't understand Hemingway's neon tattoo,
found Faulkner much too clever.
he was a midwestern hick
he took his time.
he was as far away from Fitzgerald as he was
from Paris.
he told stories and left the meaning open
and sometimes he told meaningless stories
because that was the way it was.
he told the same story again and again
and he never wrote a story that was unreadable.
and nobody ever talks about his life or
his death.                                                      

The pleasures of the damned, HarperCollins, 2008 
Los placeres del condenado, Visor,2011, versión española

      

El tonto 


Hay una historia, no puedo contarla, no tengo palabras. La historia está casi olvidada pero a veces la recuerdo. La historia trata de tres hombres en una casa en una calle.
Si pudiera decir las palabras contaría la historia.
La susurraría a los oídos de mujeres, de madres.
Correría por las calles contándola una y otra vez.
Con mi lengua que se habría soltado, repicando contra mis dientes.
Los tres hombres están en una habitación en la casa.
Uno de ellos es joven y peripuesto.
Ríe sin parar.Hay un segundo hombre con una larga barba blanca.
Lo consume la duda pero a veces su duda lo abandona y se queda dormido.
El tercer hombre es el que tiene ojos malvados y se pasea nervioso por la habitación frotándose las manos una contra la otra.
Los tres hombres esperan.Esperan.
Arriba en la casa hay una mujer de pie con la espalda apoyada contra la pared, en la penumbra junto a una ventana.
Esos son los cimientos de mi historia y todo cuanto sabré se encuentra destilado en ellos.
Recuerdo que un cuarto hombre llegó a la casa, un silencioso hombre blanco.
Todo era tan silencioso como el mar por la noche.
Sus pies no hacían ningún ruido contra el suelo de la habitación en la que estaban los tres hombres.
El hombre de ojos malvados hervía por dentro, corría de un lado a otro como un animal enjaulado.
El viejo hombre gris se contagio de su nerviosismo, se quedó tirándose de la barba.
El cuarto hombre,el blanco, subió hasta donde estaba la mujer.
Ahí estaba ella, esperando.
Qué silencio había en la casa, qué alto sonaba el tictac de todos los relojes del vecindario.
La mujer de arriba anhelaba el amor. Esa tiene que haber sido la historia. Deseaba el amor con todo su ser. Quería enamorar.
Cuando el hombre blanco y silencioso compadeció, ella se abalanzó hacia él.
Sus labios estaba separados.
Había una sonrisa en sus labios.
El hombre blanco no dijo nada.
En sus ojos no había ningún reproche, ninguna pregunta.
Sus ojos eran tan impersonales como estrellas.
Abajo el tipo malvado gemía y corría de un lado a otro como un perrillo perdido y hambriento.
El tipo gris intentaba seguirle por todas partes pero al poco tiempo se cansó y se echó en el suelo para dormir.
Nunca más despertó.
El peripuesto también yacía en el suelo.
Reía y jugaba con su fino bigote negro.
No tengo palabras para contar lo que sucedió en mi historia.
No puedo contar la historia.
El tipo blanco y silencioso puede que fuera la Muerte.
La mujer anhelante en espera puede que fuera la Vida.
El barbudo gris y el malvado me confunden.
Pienso y pienso, pero no logro entenderlos.
Sin embargo la mayor parte del tiempo ni siquiera pienso en ellos.
Me obsesiona el tipo peripuesto que ríe a lo largo de toda la historia.
Si pudiera comprenderle, podría entenderlo todo.
Podría correr por el mundo contando una historia maravillosa.
Dejaría de ser tonto.
¿Por qué no me dieron las palabras?
¿Por qué soy tonto?
Tengo una historia maravillosa que contar pero no conozco el modo de contarla.
Sherwood AndersonCuentos reunidos, Lumen, 2009
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