" Una civilización literaria no se construye a base de lecturas, sino de relecturas; quizá hasta una civilización a secas.[...]Releer es esa alianza discorde, reencontrar, reconocer y descubrir a la vez; encontrar lo que la lectura anterior o incluso alguna otra lectura no nos había revelado. El libro releído nos ofrece algo que ninguna lectura, por precisa que sea, podía darnos"./Giorgio Manganelli, 1990

viernes, 10 de noviembre de 2017

F.Scott Fitzgerald en horas bajas




"La Década perdida" -uno de los últimos cuentos de F. Scott  Fitzgerald-  fue publicado  por  Esquire  en  1939. Pietro Citati, el  ensayista y crítico italiano le incluye entre los mejores cuentos breves del siglo XX. 
En "La muerte de la mariposa", Citati condensa la vida  de Fitzgerald, y en parte la de su  esposa Zelda. Sobrevuela sobre ambas eligiendo momentos  precisos  y el resultado es un retrato aparentemente impresionista por fragmentado y discontinuo, pero que Citati logra hacer consistente y vibrante y  convierte  en una buena introducción  a la obra de Fitzgerald al que  aprecia y conoce a fondo. Su talento, su compulsiva búsqueda del éxito, también social, su vanidad... Sobre las últimas obras del autor estadounidense - realizadas mientras luchaba  contra el alcoholismo, las dificultades económicas, el sentimiento de fracaso, la enfermedad de Zelda, y mantenía la atención preocupada y solícita en su querida hija Scottie-,  escribe:
"En los últimos años, Fitzgerald se sintió abandonado por la literatura. Lo repetía sin cesar:"El problema era un cuento para una revista, el cual, hacia la mitad se había vuelto tan etéreo que estaba a punto de salir volando". "Durante tres años mi capacidad creativa ha estado completamente muerta." "Mi mente no ha estado nunca tan desesperadamente deseosa de escribir"[...] "Mi talento está lleno de cicatrices".  
No es verdad o no es del todo verdad, porque entre 1936 y 1939 escribió cinco cuentos breves que figuran entre los más bellos del siglo pasado: "An Author's mother","Un caso de alcoholismo", The Long Way Out", "Financiando a Finnegan" y "La década perdida"."
- También  "La tarde de un escritor", se puede añadir a la selección de  Citati: pertenece a esos años finales, y  mantiene la misma emoción  y  calidad literaria  - 


Manhattan, en 1931 (ampliar)




LA DÉCADA PERDIDA



PERSONAS de todo tipo entraban en la redacción del semanario y Orrison Brown mantenía toda clase de relaciones con ellas. Cuando acababa el horario de oficina era "uno de los redactores-jefe", pero durante el trabajo sólo era un hombre de pelo rizado que hacía un año había sido director del Jack-O-Lantern de Dartmouth y ahora se contentaba con asumir las tareas menos deseables de la redacción: desde corregir originales ilegibles a desempeñar las funciones de un botones sin serlo.

Había visto a aquel individuo entrar en el despacho del director: un individuo pálido y alto, de unos cuarenta años, con el pelo rubio impecablemente peinado, y ademanes que no eran ni huraños ni tímidos, ni sobrenaturales como los de un monje, pero que tenían algo de las tres cosas. El nombre que aparecía en su tarjeta, Louis Trimble, le traía vagos recuerdos, pero, al no encontrar un punto de referencia, Orrison se despreocupó, hasta que un timbre sonó en su escritorio y, por experiencias anteriores, adivinó que el señor Trimble iba a ser el primer plato del almuerzo del día.

-El señor Trimble...El señor Brown -dijo la fuente del dinero de todos loa almuerzos-. Orrison el señor Trimble ha estado ausente mucho tiempo. O por lo menos a él le parece que ha sido mucho tiempo: casi doce años. Mucha gente se consideraría afortunada si hubiera perdido la última década.

-Así es -dijo Orrison.-Hoy no tengo tiempo ni para comer -continuó el jefe-.Llévalo a Voisin, o al Veintiuno o donde quiera. El señor Trimble cree que se ha perdido muchas cosas.Trimble objetó educadamente:-Bueno, me las puedo arreglar.
-Lo sé, camarada. Nadie conocía esta ciudad como tú. Y si Brown se empeña en explicarte los carros sin caballos, me lo mandas inmediatamente. Y a las cuatro te vienes para acá, ¿de acuerdo?

Orrison cogió el sombrero.-¿Ha estado fuera diez años? -preguntó mientras bajaban en el ascensor.-Estaban empezando a construir el Empire State Building -dijo Trimble-. ¿En qué año fue?-En 1928, poco más o menos. Pero, como ha dicho el jefe, ha tenido la suerte inmensa de perderse muchas cosas -y como sondeándolo, añadió-:Seguramente usted tenía cosas más interesantes que ver.
-Creo que no.

Llegaron a la calle y, por la manera en que Trimble contrajo la cara ante el fragor del tráfico, Orrison hizo otra conjetura.
-¿Ha vivido lejos de la civilización?
-En cierto sentido -las palabras fueron pronunciadas de una manera tan comedida, que Orrison llegó a la conclusión de que aquel hombre sólo hablaría si se lo pedían, y al mismo tiempo se preguntó si habría pasado los años treinta en la cárcel o el manicomio.
-Éste es el célebre Veintiuno -dijo-.¿Prefiere comer en otro sitio?
Trimble guardó silencio unos segundos, mientras miraba con atención el edificio de piedra caliza roja.
-Recuerdo cuando el nombre del Veintiuno empezó a hacerse famoso -dijo- , más o menos el mismo año que el Moriarty -inmediatamente continuó casi en tono de excusa-: Pensaba que pasearíamos un rato por la Quinta Avenida y comeríamos donde nos apeteciera: en algún sitio donde pudiéramos ver gente joven.

                                      

Orrison le echó una mirada rápida y volvió a pensar en rejas; se preguntaba si entre sus deberes se incluiría presentarle al señor Trimble chicas complacientes. Pero al señor Trimble no parecía habérsele ocurrido semejante posibilidad: tenía una expresión de absoluta y profunda curiosidad, y Orrison trató de relacionar su nombre con la expedición perdida en el Polo Sur del almirante Byrd o con los aviadores desaparecidos en la jungla brasileña. Era, o había sido, todo un personaje: era evidente. Pero la única pista definitiva para averiguar su procedencia -y a Orrison aquella pista poco le decía- era que como hombre de ciudad, respetaba los semáforos y preferiría ir por la acera y no por mitad de la calle. De pronto se paró a mirar el escaparate de una camisería.
-Corbatas de crespón -dijo-. No veía corbatas así desde que dejé la universidad.
-¿Dónde estudió?
-En el Instituto Tecnológico de Massachussetts.
-Magnífico sitio.
-La semana que viene irá a hacer una visita. Podemos comer algo en algún sitio de por aquí...-habían pasado la calle 50-. Elija usted.
Había un buen restaurante con una pequeña marquesina a la vuelta de la esquina.
                                   
-¿Qué prefiere ver? -preguntó Orrison cuando se sentaron.
Trimble se quedó pensativo un instante.                                             

- Bueno...La nuca de la gente -sugirió-. El cuello...Cómo la cabeza se une al cuerpo. Me gustaría oír qué le están diciendo a su padre aquellas chicas. No exactamente lo que están diciendo, sino sólo si las palabras flotan o se hunden, y cómo se cierran sus labios cuando acaban de hablar. Sólo es una cuestión de ritmo: Cole Porter volvió a Estados Unidos en 1928 porque intuyó que había nuevos ritmos en el ambiente.

Orrison creyó haber encontrado por fin una pista segura, y, con amable delicadeza, no siguió por aquel camino ni un milímetro, incluso reprimió un repentino deseo de decirle que había un buen concierto en el Carnegie Hall aquella noche.
-El peso de las cucharas -dijo Trimble-, tan liviano. Un cuenco pequeño pegado a un mango. el ligero estrabismo de ese camarero. Lo conozco desde hace mucho tiempo, pero seguro que no se acuerda de mí.
Pero, al irse del restaurante, el camarero miró a Trimble como si dudara, como si estuviera a punto de reconocerlo. cuando salieron a la calle, Orrison se echó a reír:
-Diez años bastan para olvidar.
-Estuve aquí en mayo -Trimble se interrumpió bruscamente.
Orrinson llegó a la conclusión de que aquello era un poco descabellado, y de repente decidió convertirse en una especie de guía.
-Desde aquí puede ver el Rockefeller Center -señaló animosamente- y el edificio Chrysler y el Amistead, el padre de todos los nuevos edificios.
-El edificio Amistead -Trimble miró hacia aquella zona, obediente-. Sí, lo proyecté yo
Orrison negó con la cabeza y sonrió. Estaba acostumbrado a tratar con toda clase de gente. Pero la broma de que había comido en el restaurante en mayo...

Se detuvo ante la placa de bronce que había en la piedra angular del edificio: "Construido en 1928".
Trimble hizo un gesto de asentimiento.
-Empecé a emborracharme aquel año, a emborracharme de verdad. Así que es la primera vez que lo veo.
-Ah -Orrison titubeó-. ¿Quiere entrar?
-He entrado muchas veces, muchas. Pero no lo he visto. Y ahora no es lo que me gustaría ver. Ahora mismo sería incapaz. Sólo quiero ver cómo camina la gente y cómo son los vestidos, los sombreros, los zapatos. Y los ojos y las manos. ¿Le importaría estrecharme la mano?
-En absoluto, señor.
-Gracias, gracias. Es muy amable. Me figuro que parecerá extraño, pero la gente creerá que nos estamos despidiendo. Voy a pasear un rato por la avenida, así que es verdad que nos tenemos que despedir. Diga en el semanario que volveré a las cuatro.

                                 

Orrison lo siguió con la mirada cuando empezó a alejarse, casi esperando ver cómo se metía en un bar. Pero no había nada en Trimble que sugiriera o hubiera sugerido alguna vez que bebiera.
"Jesús -dijo para sí- diez años borracho".
Súbitamente palpó el tejido del abrigo y luego alargó la mano y 

apretó el pulgar contra el granito del edificio.

                     

    Relacionado:   Un cuento bueno para el Post/ La tarde de un escritor


Pietro Citati, La muerte de la mariposa, Gatopardo ediciones, 2017

FITZGERALDCuentos Reunidos, Alfaguara, 2010

martes, 10 de octubre de 2017

Elizabeth Bishop/ Un largo poema



"...Es sólo poesía, es sólo música. No tenemos nada mejor."Adam Zagajewski
Los versos de Elizabeth Bishop no necesitan ilustraciones,  crean sus propias   imágenes con  precisión y  misterio y una belleza lacerante  que traspasa al lector y le detiene;  las hermosas pinturas de Nicolas de Staël, algunas de  las más plateadas y sombrías de  su  trágica vida, sirven en esta ocasión sólo para articular visualmente  este inolvidable poema./10septiembre2017 


At the Fishhouses/ La aldea de pescadores

A pesar del frío atardecer,
allá abajo, en una de las casas
un viejo remienda su red
en la casi invisible caída de la noche;
brilla el oscuro marrón-púrpura
de su gastada y pulida lanzadera.
Es tan fuerte el olor a bacalao
que lagrimean los ojos y humedece la nariz.

Although it is a cold evening,/down by one of the fishhouses/an old man sits netting,/ his net, in the gloaming almost invisible,/ a dark purple-brown,/and his shuttle worn and polished.The air smells so strong of codfish/it makes one's nose run and one's eyes water.

                               
Las cinco casas visten pronunciados tejados
y las angostas pasarelas remachadas
conducen hacia los desvanes en los gabletes
para el ir y venir de las carretillas.
Todo es plata: la pesada superficie del mar,
que lenta asciende como si temiera derramarse,
es opaca, pero lo plateado de los bancos,
las nasas langosteras y los mástiles, esparcidos
entre las dentadas rocas agrestes,
revelan la misma aparente translucidez
que los vetustos, diminutos edificios de musgo esmeralda
creciendo en las paredes que dan a la costa.

The five fishhouses have steeply peaked roofs/ and narrow, cleated gangplanks slant up/to storerooms in the gables/ for the wheelbarrows to be pushed up and down on./ All is silver: the heavy surface of de sea,/swelling slowly as if considering spilling over,/ is opaque, but the silver of the benches,/ the lobster pots, and  masts, scattered/  among the wild jagged rocks,/ is of an apparent translucence/ like the small old buildings with an emerald moss/ growing on their shoreward walls.



Las cubas de pescado están totalmente cubiertas
con capas de hermosas escamas de arenque
y las carretillas están igualmente enlucidas
con una lechosa, iridiscente cota de malla
plagada de pequeñitas e iridiscentes moscas cintilando.
Ladera arriba, tras las casas,
plantado en el rocío disperso de la hierba,
hay un antiguo cabestrante de madera,
rajado, con dos descoloridas manivelas
y algunas manchas de melancolía como la sangre seca,
allí, donde el herraje ya se oxidó.
El viejo amigo de mi abuelo,
acepta un Lucky Strike.
Hablamos del descenso en la población,
del bacalao y el arenque
mientras espera que llegue la barca arenquera.
Hay residuos de cebo en su chaleco y su pulgar.
Ha escamado, lo más hermoso,
incontables peces con ese viejo cuchillo negro
cuya hoja ya está roma.

The big fish tubs are completely lined/with layers of beautiful herring scales/ and the wheelbarrows are similarly plastered/ with creamy iridescent coats of mail,/with small iridescent flies crawling on them./ Up on the little slope behind the houses,/ set in the sparse bright sprinkle of grass,/is an ancient wooden capstan,/cracked, with two long bleached handles/ and some melancholy stains, like dried blood,/where the ironwork has rusted./The old man accepts a Lucky Strike./ He was a friend of my grandfather./ We talk of the decline in the population/ and of codfish and herring/while he waits for a herring boat to come in./There are sequins on his vest and on his thumb./ He has scraped the scales, the principal beauty./from unnumbered fish with the black old knife./the blade of  which is almost worn away.
Abajo, en el borde del agua, en el sitio
donde jalan las barcas hacia la rampa
que entra al mar, esbeltos plateados
troncos de árboles yacen horizontales
sobre grises piedras, y descienden
a intervalos de más de un metro.

Down at the water's edge, at the place/where they haul up the boats, up the long ramp/ descending into the water, thin silver/ tree trunks are laid horizontally/ across the gray stones, down and down/ at intervals of four or five feet.
Fría oscuridad profunda y absolutamente diáfana,
elemento intolerable a los humanos,
a los peces y a las focas...Tarde tras tarde
veía aquí a una misma foca.
Yo despertaba su curiosidad. Le interesaba la música;
y creía, como yo, en la total inmersión;
así que solía cantarle himnos baptistas.
También cantaba "Una fortaleza todopoderosa es nuestro Dios".
Erguida desde el agua me miraba
atenta, moviendo apenas su cabeza.
Desaparecía y de pronto volvía a emerger
en el mismo sitio, con cierto desgaire,
como si actuara contra su voluntad.
Fría, oscura, profunda y absolutamente diáfana,
la claridad grisácea del agua helada...Al fondo, tras nosotros,
los solemnes, altos abetos.
Azulados, reunidos en sus sombras,
miles de árboles navideños esperan
la Navidad. El agua pareciera suspendida
sobre el gris y el azul-gris de las redondas piedras.

Cold dark deep and absolutely clear,/ element bearable to no mortal,/to fish and to seals...One seal particularly/I have seen here here evening after evening./He was curious about me.He was  ainterested in music;/like me a believer in total immersion,/so I used to sing him Baptis hymns./I also sang "A Mighty Fortress Is Our God"./He stood up in the water and regarded me/steadily, moving his head a little./ Then he would disappear, then suddenly emerge/ almost in the same spot, with a sort of shrug/ as if it were against his better judgment./Cold dark deep and absolutely clear,/ the clear gray icy water...Back, behind us,/the dignified tall firs begin./Bluish, associating with their shadows,/a million Christmas.The water seem suspended/ above the rounded gray and blue-gray stones.  




He visto una y otra vez el mismo mar, el mismo
leve e indiferente mecerse sobre las piedras,
gélido y libre por encima de las piedras,
sobre las piedras y luego sobre el mundo.

Si hundieras la mano en él,
de inmediato te dolería la muñeca,
lastimaría tus huesos y ardería tu mano
como si el agua fuese una transmutación de un fuego
alimentado de piedras que arde con una oscura llama gris.
Si lo probaras, al principio te sabría amargo,
luego salobre, luego seguro quemaría tu lengua.
Es como imaginamos el conocimiento:
oscuro, salado, claro, móvil, plenamente libre,
extraído de la fría y áspera boca
del mundo, nacido de rocoso seno,
siempre fluye y se retrae; y dado que
nuestro conocimiento es histórico: transcurre y pasa.

I have seen it over and over, the same sea, the same,/ slightly, indifferently swinging above the stones,/ icily free above the stones,/above the stones and then the world./If you should dip your hand in,/ your wrist would ache aimmediately,/your bones would begin to hache and your hand would burn/ as if the water were a transmutation of fire/ that feeds on stones burns with a dark gray flame./If you tasted it, it would first taste bitter,/ then briny, then surely burn your tongue./It is like what we imagine knowledge to be:/dark, salt, clear, moving, utterly free,/ drawn from the cold hard mouth/ of the world, derived from the rocky breasts/ forever,flowing and drawn, and since/our knowledge is historical, flowing, and flown.


Relacionado:


Image result for elizabeth bishop Poesia Vaso rotoLa excelente edición de Vaso Roto, 2015, traducción e introducción de Jeannette L. Clariond





martes, 27 de junio de 2017

Elizabeth BISHOP "The Map" y "The Imaginary Iceberg"

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Elizabeth BISHOP, Massachusetts 1911- 1979. Dice de ella Jaime Siles"su obra más que impersonal al modo de Rimbaud o de Eliot, es sobre todo, autónoma: existe sólo en sí y es fruto de un riguroso autocontrol y de un preciso análisis (...) experimentar con el metro, el ritmo y la rima, introducir variaciones en las estrofas conocidas (...)Lo que Elizabeth Bishop siempre busca es no una nueva historia sino una nueva geografía del poema que sirva de marco a la realidad"




THE MAP/ EL MAPA



LAND lies in water; is shadowed green.
Shadows, or are they shallows, at its edges
showing the line of long sea-weeded ledges
where weeds hang to the simple blue from green.
Or does the land lean down to lift the sea from under,
drawing it unperturbed around itself?
Along the fine tan sandy shelf
is the land tugging at the sea from under?


La tierra yace en el agua; es un verde sombreado.

Sombras ¿o son bajíos? que muestran
el contorno de extendidos arrecifes llenos de algas marinas
por las orillas
donde la maleza cuelga desde el verde hasta el simple azul.
¿O acaso la tierra se inclina para levantar el mar por debajo,
atrayéndolo, imperturbado, a su alrededor?
¿Está la tierra halando el mar por debajo
a lo largo del primoroso y curtido banco de arena?

The shadow of Newfoundland lies flat and still.
Labrador's yellow, where the moony Eskimo
has oiled it. We can stroke these lovely bays,
under a glass as if they were expected to blossom,
or as if to provide a clean cage for invisible fish.


La sombra de Terranova yace plana y amortiguada.

La de Labrador es amarilla, donde el soñador esquimal
la ha aceitado. Podemos acariciar estas agradables bahías,
cubiertas por un cristal como si esperásemos que florecieran,
o cual si proveyéramos un limpio recipiente para peces
invisibles.

The names of seashore towns run out to sea,
The names of cities cross the neighboring mountains
-the printer here experiencing the same excitement
as when emotion too far exceeds its cause.
These peninsulas take the water between
thumb and finger
like women feeling for the smoothness of yard-goods.


Los nombres de los pueblos costeros se precipitan al mar,

los nombres de las ciudades cruzan las montañas adyacentes
-el impresor experimenta en esto la misma agitación
que cuando la emoción excede por mucho su causa-.
Estas penínsulas cogen el agua entre el dedo pulgar y el
índice
como mujeres que palpan la suavidad de las telas.

Mapped waters are more quiet than the land is,
lending the land their waves' own conformation:
and Norway's hare runs south in agitation,
profiles investigate the sea, where land is.
Are they assigned, or can the countries pick their colors?
-What suits the character or the native waters best.
Topography displays no favorites; North's as near as West.
More delicate than the historians' are the map-makers'
colors.


Las aguas de los mapas son más tranquilas que la tierra,

otorgándole a ésta la configuración de sus olas:
y la liebre de Noruega corre hacia el sur, agitada
los contornos escudriñan el mar, que es donde la tierra yace.
¿Se les imponen o pueden los países escoger sus colores?
-Lo que mejor se ajuste al carácter o a las aguas nacionales-.
La topografía no tiene preferencias; tan accesible el norte
como el oeste.
Más delicados que los de los historiadores son los colores
de los cartógrafos.

BISHOP,E.: Antología poética. Visor de Poesía.




                                        Gerhard Richter, Eisberg, óleo/lz, 1982


The Imaginary Iceberg/ El iceberg imaginario


We'd rather have the iceberg than the ship,

although it meant the end of travel.
Although it stood stock-still like cloudy rock
and all the sea were moving marble.
We'd rather hace the iceberg than the ship;
we'd rather own this breathing plain of snow
though the ship's sails were laid upon the sea
as the snow lies undissolved upon the water.
o solemn, floating field,
are you awere an iceberg takes repose
with you, and whrn it wakes may pasture your snows?

Preferimos el iceberg al barco,
aunque ello significara el fin del viaje.
Aunque permaneciera  inmóvil como una roca nubosa
y todo el mar fuera mármol en movimiento.
Preferimos el iceberg al barco;
preferimos esta palpitante llanura de nieve,
a pesar de que las velas estuviesen desplegadas sobre el mar
y la nieve resistiera íntegra sobre el agua.
Oh, solemne campo flotante,
¿eres consciente de que un iceberg reposa
junto a ti, y que al despertar tal vez pace en tus nieves?

This is a scene a sailor'd give his eyes for.
The ship's ignored. The iceberg rises
and sinks again; its glassy pinnacles
correct elliptics in the sky.
This is a scene where he who treads the boards
is artlessly rhetorical. The curtain
is light enough to rise on finest ropes
that airy twists of snow provide.
The wits of these white peaks
spar with the sun. Its weight the iceberg dares
upon a shifting stage and stands and stares.

Ésta es una escena por la que un marinero daría sus ojos.
El barco es ignorado. El iceberg asciende
y de nuevo se hunde; sus vítreas cumbres
corrigen elipses en el cielo.
Ésta es una escena donde quien pisa las tablas
se vuelve torpemente retórico. Es tan ligero
el telón que podrías subirlo con las más finas cuerdas,
espirales de viento que la nieve ofrece.
La lucidez de estas blancas cumbres
compite con el sol. Su peso el iceberg desafía
sobre un escenario cambiante y resiste y observa.

This iceberg cuts its facets from within.
Like jewelry from a grave
it saves itself perpetually and adorns
only itself, perhaps the snows
which so surprise us lying on the sea.
Good-by, we say, good-by, the ship steers off
where waves give in to one another's waves
and clouds run in a warmer sky.
Icebergs behoove the soul
(both being self-made from elements least visible)
to see them so: fleshed, fair, erected indivisible.

Este iceberg labra sus facetas desde dentro.
Como joyas de una tumba
se salva a sí mismo, siempre, y sólo a sí mismo
se embellece, y tal vez a las nieves
que tanto nos sorprenden flotando sobre el mar.
Adiós, decimos, adiós, el barco navega
hacia donde las olas sucumben ante otras olas
y las nubes avanzan hacia un cielo más cálido.
Los icebergs incitan al alma
(ambos autocreados de elementos menos visibles)
a contemplarlos así: corpóreos,bellos,erigidos en unidad.

relacionado,Elizabeth Bishop un largo poema 

Elizabeth BishopPoesía, Vaso Roto.




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miércoles, 1 de febrero de 2017

Hemingway: La parte sumergida




      Hemingway habla del papel   de "la parte sumergida"en la entrevista de George Plimpton, para The Paris Review,1958:  
"...Si le es útil saberlo, siempre intento escribir con el principio del iceberg. Por cada parte visible, el iceberg tiene otras siete que oculta. Se puede eliminar cualquier cosa conocida y, aún así, se refuerza el iceberg. Lo importante es la parte oculta. Si el escritor omite algo que no conoce, se producen agujeros en su narración." 


En "París era una fiesta" -que a pesar de su brevedad no se acaba nunca, porque en cada relectura sorprende algo sobre lo que parece no haberse detenido lo suficiente-, vuelve a la escritura-iceberg varias veces. También es de interés especial -sobre su concentrada relación con la escritura-, la similitud que establece entre su estilo narrativo y la pintura de Cézanne -que conocía y sabía apreciar-, cuando señala la importancia de encontrar "sencillas frases verídicas", como el pintor de Aix buscaba ,tercamente; "la pequeña sensación verdadera" que le permitiera rehacer pincelada a pincelada la pintura desde el principio:
"...Iba casi cada día por los Cézanne, y por ver los cuadros de Manet y Monet y los demás impresionistas con los que tuve un primer contacto en el Art Institute de Chicago . Iba yo aprendiendo algo en la pintura de Cézanne, y resultaba que escribir sencillas frases verídicas distaba buen trecho de lograr que un cuento encerrara todas las dimensiones que yo quería meterle. Iba aprendiendo mucho de aquel hombre, pero entonces no sabía expresarme bastante como para decírselo a nadie.Además era un secreto." p21  
"Era un cuento muy sencillo titulado Out of Season, en el cual omití el verdadero final, que era que el protagonista se ahorcaba. Lo omití basándome en mi recién estrenada teoría de que uno puede omitir cualquier parte de un relato a condición de saber muy bien lo que uno omite, y de que la parte omitida comunica más fuerza al relato, y le da al lector la sensación de que hay más de lo que se ha dicho". 
"Bueno, pensé, así me salen los cuentos ahora, que nadie los entiende. Si algo hay seguro, es esto. El hecho cierto es que no hay ninguna demanda por mis cuentos. Pero un día llegarán a entenderlos, como pasa siempre con la pintura. Sólo hace falta tiempo, y sólo hace falta confianza."p.76    
      
                              
                                          

     OUT OF SEASON/ FUERA DE TEMPORADA


Con las cuatro liras que había ganado cavando el jardín del hotel, Peduzzi cogió una buena borrachera. Vio al señorito que bajaba por el sendero, y le habló en un tono misterioso. El señorito le dijo que no había comido, pero que estaría preparado para salir en cuanto hubiera acabado el almuerzo. Cuarenta minutos o una hora.
   En la cantina que había cerca del puente le fiaron tres grapas más porque se mostró muy confiado al referirse al trabajo que tenía para la tarde. Era un día de viento;el sol salía de detrás de las nubes y luego caía un chaparrón y lo ocultaba. Un día maravilloso para pescar truchas.
   El señorito salió del hotel y le preguntó por las cañas. ¿Y si su esposa iba detrás con las cañas? "Sí,-dijo Peduzzi-,que nos siga".El señorito volvió al hotel y habló con su mujer. Él y Peduzzi se fueron carretera abajo. El señorito llevaba una mochila sobre los hombros. Peduzzi vio a la mujer que parecía tan joven como su marido y llevaba botas de montaña y una boina azul, echar a andar tras ellos carretera abajo, llevando las cañas de pescar sin ensamblar, una en cada mano.-Signorina -la llamó, guiñándole el ojo al señorito-,acérquese y camine con nosotros. Signora, venga aquí.Caminemos todos juntos.-Peduzzi quería que los tres bajaran juntos la calle de Cortina.   La mujer se quedó rezagada , siguiéndolos bastante huraña.-Signorina -la llamó cariñosamente Peduzzi-, venga aquí con nosotros.-El señorito se volvió y gritó algo. La mujer dejó de ir rezagada y los alcanzó.
   Peduzzi saludaba profusamente a todo aquel que encontraba en la calle principal del pueblo. Buon dì, Arturo!Levantaba el sombrero. El empleado del banco se lo quedó mirando desde la puerta del café fascista.Grupos de tres o cuatro personas, delante de las tiendas se quedaban mirando al trío. Los albañiles, que trabajaban en los cimientos del nuevo hotel con sus chaquetas llenas de polvo, levantaron la vista a su paso. Nadie les dirigió la palabra ni les hizo ademán alguno a excepción del mendigo del pueblo, viejo y enjuto, con la barba incrustada de saliva, que levantó el sombrero cuando pasaron.   Peduzzi se detuvo delante de una tienda cuyo escaparate estaba lleno de botellas y sacó su botella vacía de grapa del interior de su vieja chaqueta militar.- Algo para beber, un poco de marsala para la signora, algo, algo para beber.-Hizo gestos con la botella. Era un día maravilloso-.Marsala, ¿le gusta el marsala, signorina? ¿Un poco de marsala?La mujer seguía malumorada.   -Tendrás que arreglártelas tú solo -dijo- No entiendo una palabra de lo que dice. Está borracho, ¿verdad?   El señorito parecía no oír a Peduzzi. Pensaba:¿por qué demonios menciona el marsala? Eso es lo que bebe Max Beerbohm.   -Geld-dijo por fin Peduzzi, agarrando al señorito de la manga-.Lire.-Sonrió, reacio a insistir en el tema, pero con la necesidad de hacer actuar al señorito.   El señorito sacó la cartera y le entregó un billete de diez liras. Peduzzi subió los peldaños que conducían a la puerta de la tienda Especialidad en Vinos Nacionales y Extranjeros. Estaba cerrada.   -Está cerrado hasta las dos -dijo con desdén alguien  que pasaba por la calle. Peduzzi bajó los peldaños. Estaba ofendido.   -Tanto da -dijo-, podemos conseguirlo en la Concordia.   Se dirigieron hasta la Concordia de tres en fondo.En el porche de la Concordia, donde se apilaban los trineos oxidados, el señorito dijo:   -Was wollen Sie?   Peduzzi le entregó el billete de diez liras doblado y redobla.     -Nada -dijo-, lo que sea. -Estaba avergonzado-. Marsala, quizá. No lo sé. ¿Marsala?   La puerta de la Concordia se cerró detrás del señorito y su esposa.   -Tres marsalas -le dijo el señorito a la chica que había detrás del mostrador.   -Querrá decir dos -dijo ella.   -No -dijo-, una para un vecchio.   -Oh -dijo-, un vecchio.Rió y bajó la botella. Sirvió tres bebidas de aspecto turbio en tres vasos. La mujer estaba sentada a la mesa, bajo la línea de periódicos que colgaban en la pared. El señorito colocó uno de los marsala delante de ella.   - Más vale que te lo bebas -dijo-,puede que te haga sentir mejor.   Ella estaba sentada, mirando el vaso. El señorito salió del local con un vaso para Peduzzi, pero no lo vio.   -No sé dónde está -dijo, volviendo a la pastelería con el vaso.   -Quería un cuarto -dijo la mujer.   -¿Cuánto vale un cuarto de litro? -le preguntó a la chica el señorito.   -¿Del bianco? Una lira.   -No, del marsala. Vierta también estos dos -dijo, entregándole su vaso y el que había servido para Peduzzi. La muchacha llenó la medida de cuarto de litro de vino con un embudo-. Una botella para llevarlo -dijo el señorito.   La muchacha se fue  a buscar una botella. Todo aquello la divertía.   -Lamento que te sientas y tan mal, Tiny -dijo el señorito-.Lamento haberte hablado como lo hice en la comida.Los dos llegasmos a la misma conclusión desde ángulos diferentes.   -Me da igual -dijo ella-. Ahora ya todo me da igual.   -¿Tienes frío? -preguntó él-.Ojalá te hubieras traído otro suéter.   -Llevo puestos tres suéteres.   La chica de la pastelería regresó con una botella marrón muy delgada y vertió el marsala en su interior. El señorito le pagó cinco liras más. Salieron por la puerta. Todo aquello divertía a la chica. Peduzzi caminaba arriba y abajo al otro extremo de la calle, a resguardo del viento, con las cañas en la mano.   -Vamos -dijo-, yo llevaré las cañas. ¿Qué más da que alguien las vea? Nadie nos molestará. Nadie se va a meter conmigo en Cortina. Conozco a todo el municipio. He sido soldado. Aquí me conoce todo el mundo. Vendo ranas. ¿Que está prohibido pescar? No pasa nada. Es igual. No hay problema. Les digo que hay grandes truchas. Muchísimas.
   Fueron colina abajo en dirección al río. La población quedaba a su espalda. El sol estaba cubierto y lloviznaba.   -Miren -dijo Peduzzi, señalando a una chica que estaba a la puerta de una casa mientras pasaban-.Es mi hija.   -Su médico -dijo la mujer-, ¿tiene que enseñarnos a su médico?*   -Ha dicho que es su hija -dijo el señorito.   La chica entró en la casa cuando Peduzzi señaló.[sic]   Siguieron bajando la colina a través de los campos y luego viraron para seguir la rivera del río. Peduzzi hablaba deprisa., con muchos guiños de complicidad. Mientras caminaban de tres en fondo, el aire echó el aliento de Peduzzi a la cara de la mujer. En otra ocasión él le dio un codacito en las costillas. A veces Peduzzi hablaba en el dialecto de d'Ampezzo y a veces en el dialecto alemán del Tirol. No sabía cuál de los dos comprendían mejor el señorito y su mujer, de modo que se había pasado al bilingüismo. Pero cuando el señorito dijo "Ja,ja", Peduzzi decidió hablar sólo en tirolés. El señorito y su esposa no entendían nada.   -Todo el mundo nos ha visto pasar con estas cañas. Probablemente ahora nos esté siguiendo un guardabosque. Ojalá no nos hubiéramos metido en esta bobada. Y encima este maldito cretino está borracho perdido.   -Naturalmente no tienes arrestos para dar la vuelta -dijo la mujer-.Naturalmente tienes que seguir adelante.   -¿Por qué no regresas tú? Vuelve Tiny.   -Pienso quedarme contigo. Si han de meterte en la cárcel, que nos metan a los dos.
   Giraron bruscamente en la ribera y Peduzzi se quedó inmóvil, con el abrigo agitándose al viento, gesticulando en dirección al río. Era marrón y fangoso. Un poco más a la derecha había un vertedero.   -Dímelo en italiano -dijo el señorito.   -Un'mezz'ora.Piu d'un'mezz'ora.   -Dice que falta al menos media hora. Vuelve Tiny. De todos modos , con este viento vas a pasar frío. Hace un día de perros, y de todos modos tampoco vamos a pasarlo bien.   -Muy bien -dijo ella, y trepó por la ribera cubierta de hierba.   Peduzzi estaba en el río y no se dio cuenta de que la mujer se iba hasta que estuvo arriba, casi fuera del alcance de su vista.   -Frau! -le gritó-.Frau! Fraülein! No vaya.   La mujer rebasó la cima de la colina.   -¡Ha desaparecido!-dijo. Eso pareció impresionarlo.   Quitó las gomas elásticas que mantenían unidas las diferentes partes de las cañas y comenzó a montar una.   -Pero si acaba de decir que faltaba media hora.   -Oh, sí. Otra buena media hora. Pero este sitio también es bueno.   -¿De verdad?   -Claro. Este sitio es bueno, y el otro también.
   El señorito se sentó en la orilla y montó una de las cañas, puso el carrete e hizo pasar el sedal por las guías. Se sentía incómodo, y le daba miedo que en cualquier momento apareciera un guardabosque o una cuadrilla de ciudadanos. Se veían las casas de la población y el campanario sobre el borde de la colina.Sacó su caja de hijuelas. Peduzzi se inclinó hacia delante e introdujo el pulgar y el índice, duros y planos, y enmarañó las hijuelas humedecidas.   -¿Tiene algún plomo?   -No.   -Tiene que tener algún piombo. Un poco de piombo. Aquí. Justo encima del anzuelo, o el cebo flotará en el agua. Lo necesita. Solo un poco de piombo.   -¿Usted tiene?   -No. -Peduzzi buscó desesperadamente en sus bolsillos. A través de la tela cribó la borra que había en el forro de los bolsillos militares interiores-. No me queda. Necesitamos piombo.   -Entonces no podemos pescar -dijo el señorito, y desmontó la caña, enrollando el sedal a través de las guías-. Mañana conseguiremos algo de piombo y pescaremos.   -Pero escúcheme, caro, debe tener piombo.Si no la hijuela quedará plana sobre el agua. -A Peduzzi el día se le iba haciendo añicos ante sus ojos-.Debe tener piombo. Con un poco basta. Su material está limpio y nuevo, pero no tiene plomo. Yo podría haber traído. Me dijo que tenía de todo.   El señorito miró el riachuelo descolorido por la nieve que se derretía.  
-Lo sé -dijo-, mañana conseguiremos un poco de piombo y pescaremos.   
-¿A qué hora de la mañana? Dígamelo. 
        -A las siete.  
Salió el sol.Era cálido y agradable. El señorito se sintió aliviado. Ya no estaba quebrantando la ley. Sentado en la ribera, sacó la botella de marsala del bolsillo y se la pasó a Peduzzi. Peduzzi se la devolvió.   -Beba -dijo-,beba. Es su marsala.
Después de otro trago, el señorito le entregó la botella.Peduzzi la había estado observando atentamente. Cogió la botella apresuradamente y la inclinó. Los pelos grises en los pliegues de su cuello oscilaron mientras bebía, con los ojos fijos en el extremo de la estrecha botella marrón. Se bebió todo el marsala. El sol brillaba mientras bebía. Era maravilloso. Después de todo era un día estupendo. Un día maravilloso.   -Senta, caro! Por la mañana a las siete.- Había llamado varias veces caro al señorito y no había pasado nada. Era un buen marsala. Le relucían los ojos. Tenía muchos días como ese por delante. Comenzaría a las siete de la mañana.   
Empezaron a subir la colina hacia la ciudad. El señorito iba delante. Ya había subido un buen trecho de la colina. Peduzzi lo llamó.   -Escuche, caro, ¿me haría el favor de prestarme cinco liras?   -¿Para hoy? -preguntó el joven frunciendo el entrecejo.   -No, no para hoy. Démelas hoy para mañana. Mañana yo traeré todo. Pane, salami, formaggio, cosas buenas para todos. Usted, yo y la signora. Cebo para pescar, pececillos, no solo gusanos. A lo mejor puedo conseguir un poco de marsala. Todo por cinco liras. Cinco liras, por favor.   El señorito buscó en su cartera y sacó un billete de dos liras y dos de uno.   -Gracias, caro. Gracias -dijo Peduzzi, con el mismo tono en que un miembro del Carleton Club acepta el Morning Post que le ofrece otro miembro. Eso era vida. Se había acabado trabajar en el jardín del hotel, partiendo estiércol helado con un bieldo. La vida estaba llena de posibilidades.   -Hasta las siete en punto, entonces, caro -dijo, dándole una palmada en la espalda al señorito.   -A lo mejor no voy -dijo el señorito, metiéndose la cartera en el bolsillo.   -¿Qué? -dijo Peduzzi-. Traeré pececillos para el cebo, signor. Salami, de todo. Usted y yo y la signora. Los tres.   -A lo mejor no voy -dijo el señorito-, lo más probable es que no vaya. Le dejaré un recado al padrone en la recepción del hotel.



Ernest Hemingway, Cuentos, Lumen, 2007