" Una civilización literaria no se construye a base de lecturas, sino de relecturas; quizá hasta una civilización a secas.[...]Releer es esa alianza discorde, reencontrar, reconocer y descubrir a la vez; encontrar lo que la lectura anterior o incluso alguna otra lectura no nos había revelado. El libro releído nos ofrece algo que ninguna lectura, por precisa que sea, podía darnos"./Giorgio Manganelli, 1990

domingo, 2 de octubre de 2016

El Cubismo y María Blanchard





María Blanchard, es  menos conocida y valorada de lo que su obra merece. Gabriel Ferrater en Sobre pintura,1979, ya señalaba la opacidad y el olvido en que por complejas circunstancias se había mantenido su figura :
"Un tercer nombre español, tras los de Picasso y Gris, figura entre los de los  pintores que formaron parte de los primeros círculos cubistas: el de María Blanchard. Pero mientras que Gris y Picasso gozan hoy de una fama extensa y de profusa manifestación, María Blanchard no es conocida casi más que por unos cuantos especialistas o por los más atentos aficionados a la pintura moderna".
En 2012 una  exposición de la Fundación Botín:María Blanchard cubista, -con 74 pinturas realizadas entre 1916-19-, ponía en evidencia el desconocimiento y la superficial valoración de la artista . 
Sólo era preciso entrar  en la sala  y sentirse rodeado por las  obras para  comprender que se estaba ante una artista de primer orden equiparable a los grandes que convivieron en el París de las vanguardias y ayudaron a afianzar sus logros.Una concentración de energía plástica sacudía y atrapaba al visitante sorprendido y se grababa en la memoria para permanecer.
María Blanchard,1917,Composición cubista,ól/lz57 x 54. colec.particular  
Los lienzos expuestos provenían de museos españoles, europeos y americanos y de importantes colecciones particulares. Y en ellos -la fuerza constructiva y el misterio de un cromatismo original y saturado en que el cubismo, además de estructura era color-, hacían pensar en  lo que Apollinaire, -dentro del cubismo-, llamó orfismo,en 1913
María Gutiérrez Blanchard, había nacido en Santander en  1881, -el mismo año que Picasso al que conocería en París-  en  una familia de la burguesía culta, que se empobreció tras la muerte del padre;su abuelo fue fundador del periódico La abeja montañesa y su padre de El Atlántico-, Una deformidad física de la columna,la salud delicada, y la pobreza, ensombrecieron su vida pero no le impidieron mantener una lucha incansable por conseguir una obra personal y significativa.Ella misma decía que sus logros se debían  más al  trabajo que a la inspiración. 
Después de estudios de pintura en Madrid con destacados maestros, se trasladó  a París en 1909 con una beca de la Diputación de Santander. En 1912 conoció a Juan Gris, al escultor Lipchtiz  y a Picasso. Junto con Gris  frecuentó el círculo cubista de Picasso y  sus amigos españoles, hispanoamericanos  y franceses entre los que se encontraban Vicente Huidobro y Diego Rivera.Ese mismo año María viajaría a Bruselas y  Brujas con Diego Rivera y su esposa Angelina Beloff .
                                                      La comulgante,1914,ól/lz, 180 x124
Su primer cuadro importante, La communiante,  1914, se expuso con éxito en el Salón de Otoño de 1920. En él se conjugan con audacia- elementos de vanguardia,-la importancia dada a  la superficie-, con variaciones de perspectiva tradicional (lineal para el suelo, caballera para el reclinatorio...) que crean una tensión propia de una visión plástica moderna. Además la "levitación" de la comulgante, los ángeles, el tratamiento del  traje y las cortinas, el modelado algodonoso de luces y sombras crean una atmósfera onírica" surrealista antes del Surrealismo.                                   
Al comenzar la Primera Guerra Mundial vuelve a Madrid donde comparte estudio con Diego Rivera y Angelina Beloff y en 1915 participa en la exposición de Los pintores íntegros,organizada por el Ramón Gómez de la Serna, "experto en greguerías y vanguardias".De esa fecha es el  retrato cubista que Diego Rivera hace a Gómez de la Serna.Ese mismo año gana una cátedra de dibujo en la Escuela Normal de Salamanca que decide abandonar por  las burlas crueles de los algunos alumnos frente a su deformidad física.
En  1916 la pintora se instala definitivamente en París donde morirá de tuberculosis en 1932. A su muerte el Ateneo de Madrid  celebra un acto en su honor con la intervención entre otros de García Lorca que lee Elegía a María Blanchard en su memoria. La familia recoge sus cosas, nadie se ocupa durante mucho tiempo de su obra y María desaparece. Pero la calidad de sus pinturas  hace que en distintas publicaciones se adjudiquen a Juan Gris y  el marchante Kahnweiler cuenta que algunos desaprensivos en los años cuarenta eliminaron la firma de María  y la sustituyeron por la de  Gris que sí estaba en el mercado. 
En su obra se distinguen etapas: 1907-1913 años de búsqueda e investigación plástica que se reflejará en obras posteriores. 1916 y 1919,  la etapa cubista. Y  1919 a 1932  vuelta a la figuración ya con la impronta cubista y  reflejos de luz que crean calidades cristalinas y que son también una marca del último estilo.

   Vega Tora Holmström, Retrato de M.Blanchard, 1921. 
        De 1916-1919, cubismo


Últimos años, a partir de 19191, vuelta a la figuración

 



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El País, 21 oct, 2016:Arte a pesar de la Gran Guerra

miércoles, 3 de agosto de 2016

Fleur Jaeggy: Dos bocanadas de aire para Joseph Brodsky


Desconocida hasta leer a  dos escritoras jóvenes hablar de ella con devoción y entusiasmo. Una dice que le fascina y la propone para el próximo Nobel de Literatura. La otra la sitúa entre las autoras, - lo que  la devalúa, sin pretenderlo, al sustraerla de la categoría general y válida de  escritores de calidad-que ha leído últimamente y le han encantado.  
Es Fleur Jaeggy, que nace en Zurich en 1940, estudia en Suiza, viaja a Roma, que comparte con su amiga Ingeborg Batchmann, trabaja en la editorial Adelphi  y se instala definitivamente en Italia. En los años sesenta se casa con Roberto Calasso. Escribe en italiano. Hay que acercarse a ella y ver si es para tanto. Se empieza El último de la estirpe un libro de relatos.
Y puede ser para tanto, o no. En alguna de las narraciones se encuentra una escritura despojada, inquietante,de helado lirismo...  de frases cortas y rápidas, a veces, como disparos.Pero en otros momentos la búsqueda de originalidad parece estar por encima de todo.   Algunos críticos al hablar sobre ella citan a Kafka o a Robert Walser...y se oye fantasmal la voz desolada, y necesaria,  de Jakob von Gunten o de Los hermanos Tanner...  Walser y también Kafka son otra cosa o lo parecen...
En esas ocasiones discutibles la autora exagera el manierismo de un  estilo rebuscado, refinado y muy elaborado que tal vez contribuya a la fascinación que provoca en algunos lectores. En la contraportada Joseph Brodsky -respetado y querido por este blog- tras la lectura de Los hermosos años del castigo, hace  un gran elogio... 
Negde es uno de los veinte "relatos" que componen El último de la estirpe, el mejor de todos, el más sincero literariamente.En él recrea con emoción  intimista y mucho talento la nostalgia lacerante  del  exilio y parte de su propia historia rusa, -en los días de Brooklyn-, del  poeta Iosif Brodsky, precisamente.



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NEGDE

Hacía mucho frío, en invierno, en Nueva York. Iosif salía de su casa en Brooklyn para respirar. Para su paseo nocturno. Sin abrigo. Quería tan sólo caminar y respirar.Dos bocanadas de aire. Hacía el gesto,puff, dos caladas al cigarrillo. Necesitaba aquella calidad de aire báltico, en espera de la nieve. Aquel aire que provenía del estuario y llamaba a su puerta, detrás de las columnas. "Sal",ordenaba. Y le brindaba un puñado de hielo. A aquella hora ya no había nadie. Un paseador de perros regresaba a casa con las correas después del reparto.
Cuanto más se aproxima Iosif al agua, más lacerante se volvía el aire. El invierno, la verdadera estación del año. Como en San Petersburgo. "Cuando el gran río se extendía blanco y helado como la lengua de un continente reducida al silencio". Eso escribía. Una arcana brisa hiperbórea en las ramas de los árboles. Iosif no puede evitar vivir en lugares de agua. Es como un marino. Juega con la lunática rosa de los vientos, que lo empuja hacia el río. Le gustaban los uniformes azules de los oficiales de Marina y los abrigos con la doble fila de botones de oro. cual alamedas de noche con las luces que se alejan. A los catorce años había pedido ser admitido en la academia para submarinistas, pero lo habían rechazado. Luego el campo de trabajos forzados. Que es mejor que el ejército. Camina distraído, casi lejos de sí mismo. La distracción no impide a su mirada melancólica estar vigilante. Palabras, paisaje, silencio, diría Frost. ¿Es acaso el hielo el que crea al poeta?

Unos minutos más y Iosif ha llegado a la Promenade. Así se llama la orilla que bordea el estuario. Los bancos públicos miran al agua. Y Iosif.Pasan los remolcadores, las nubes, las gabarras. "Corta las olas la corbeta con el perfil de Franz Listz."Todo está en calma, vaga inquietud adormecida, un poco de vacío. De día juegan los niños en un jardín cercano. Jugaban alegres, la risa amortiguada y muchos gorros de lana variopintos.

Iosif está absorto. Las fachadas de las casas, caprichosas y frívolas, tienen una obstinada docilidad episcopal muy suya. Parecen señoritas que permanecen todavía jóvenes.Esas que miran, sin ser vistas, detrás de las ventanas. El pelo recogido, un cuello de encaje, pequeños botones blancos en sus ojales perfectos. en la cama falta la muñeca."El delicioso dormitorio (una muñeca entre cojines) donde ella tiene sus "pesadillas". Y la cocina: el crisantemo del hornillo de gas ronronea y difunde un olor a té. Y el diseño de un cuerpo se despereza firme en la poltrona, como firme permanece el sedimento después del líquido."Un piano vertical. Aún se oye sonar un motivo, cada vez más lejano, sumergido. Los ojos de las señoritas abandonan las ventanas, se cierran las  cortinas y ya sólo pasa una luz por las flores de los alféizares.

En la barandilla de la Promenade hay un letrero. Quiet zone.Y cuatro NO claramente señalados: 
NO RADIO PLAYING
NO BOOM BOXES 
NO MUSICAL INSTRUMENTS 
NO LOUD OR UNNECESSARY NOISE

Fuera bicicletas y también de manera muy evidente, At any time.En ningún momento. Ruidos no necesarios. Es la quiet zone sin tiempo.Y eso es extremadamente tranquilizador. Hasta las voces parecen atenuarse. Tal vez los paseantes no se peleen. Tal vez sea una tierra casi feliz. Iosif mira las torres. La barca de los bomberos, con las plataformas exteriores que semejan abanicos de agua, se alejan deslizándose.en el cielo oscuro un vuelo de pájaros oscuros. al otro lado los grandes depósitos, los almacenes. Y siguiendo la línea recta de la mirada, las torres. Es lo que ve Iosif, las Torres Gemelas. Lo fueron, antaño.Las vieron arder desde la zona tranquila de la Promenade. Asistieron a la destrucción. Allí estaban, los espectadores. Las vieron arder, reflejadas en el agua. Las ventanas parecían despertar. El incendio en el East River. Puede que Iosif sepa que ya no están. Faltan las dos torres. Allí, frente a la Promenade. El resplandor del maleficio. Han dejado dolor y abismo que no se borra con la mano ni con las palabras. Iosif volvía a ver el Neva y regresaba. En otro lugar, en una noche sin sombra, del mes de mayo, escribía a la luz del día.La luz era clara, rosada, tenue. Ahora escribe en la oscuridad. Le bastan el folio y la tinta en toda la longevidad de las tinieblas. Cualquier lugar es para él una ciudad mental llamada Negde, que en ruso significa "de ninguna parte".Y Iosif, para respirar, iba a ninguna parte.

Es su escribanía el lugar de cualquier parte.La luz de la cúpula verde proyecta reflejos de esmalte en los objetos. Una constelación de cosas, inmóviles como flechas en vuelo. Una pirámide, un minúsculo avión de hojalata, el ventilador. Estilográficas, secretos y escondrijos. El reloj está parado. Las agujas negras y finas, en ósmosis con la despedida. Todavía es invierno en el jardín desangelado al pie del muro de ladrillo. En la ventana la cortina gris ha sido bajada a la mitad.Los objetos que nada saben de Schmerz y Schmalz, azúcar sentimental y dolor interior, le suministraban papel y tinta. Una cómoda butaca adamascada color carmesí con cojín verde escucha el repiqueteo de las teclas de la máquina de escribir. Y el imperceptible fluir de las palabras todavía no visibles. Los objetos tienen un sentido de pertenencia, como en un pacto. No quieren separarse de Iosif. No quieren que se los desplace y, si alguien lo hace, vuelven a su lugar. Parece que lo estén esperando. El busto de Pushkin está vuelto hacia la puerta. En las paredes Anna Ajmátova. Y Wystan Auden. Todo tal como estaba. Tal vez no se haya ido de todo, Iosif Brodsky. 

Fleur Jaeggy, El último de la estirpe, TusQuets,2016

link: Joseph Brodsky: el poder sutil de la poesía sobre la prosa

El Cultural, nov.2014,
entrevista:Fleur Jaeggy-

martes, 10 de mayo de 2016

"Luto" /un cuento para recordar


Algunas reseñas de Manual para mujeres de la limpieza,empujan con urgencia a su lectura. Mientras se lee parte de las 43 narraciones cortas que componen el volumen se recuerda lo que John Cheever escribía  sobre  sí mismo: "No trabajo con tramas, trabajo con la intuición, la percepción, los sueños, los conceptos", y , como  lector, parece que así trabajaba también Lucia Berlin. 

-Las imágenes son del gran pintor estadounidense, afroamericano,   Jacob Lawrence (Atlantic City 1917- Seattle 2000)


LUTO


   Me encantan las casas, todas las cosas que me cuentan, así que esa es una razón de que no me importe trabajar como mujer de la limpieza. Se parece mucho a leer un libro.
   He estado trabajando para Arlene, de la inmobiliaria Central. Limpiando casa vacías, sobre todo, pero incluso las casas vacías tienen historias, pistas. Una carta de amor en el fondo de un armario, botellas de whisky vacías escondidas detrás de la secadora, listas de la compra..."Por favor trae detergente Tide, un paquete de linguine verdes y un pack de seis Coors. No pensaba en serio lo que dije anoche."
   Últimamente he limpiado casas en las que alguien acababa de morir. Limpiar y acabar de clasificar las cosas para que la gente se las lleve o las done a la caridad. Arlene siempre pregunta si tiene ropa o libros para el Hogar de los Padres Judíos, que es donde está Sadie, su madre. Han sido trabajos deprimentes. O los familiares lo quieren todo y se pelean por las cosas más insignificantes  (unos tirantes viejos y raídos, o un tazón), o ninguno quiere saber nada de lo que hay en la casa, así que solo he de meterlo todo en cajas. En ambos casos lo triste es qué poco se tarda. Piensa en ello. si murieras...podría deshacerme de todas tus pertenencias en dos horas como máximo.
   La semana pasada limpié la casa de un cartero negro  muy mayor. Arlene lo conocía, había estado postrado en cama con diabetes hasta que murió de un ataque al corazón. Había sido un viejo mezquino, severo, me dijo, uno de los patriarcas de la iglesia. Era viudo; su mujer había muerto diez años antes. Su hija era amiga de Arlene, una activista política, en el comité educativo de Los Ángeles.
   -Ha hecho mucho por la educación y el derecho a la vivienda en la comunidad negra. Es una tipa dura -dijo Arlene, así que debía de serlo, porque eso es lo que dice siempre la gente de Arlene. El hijo es cliente de Arlene, y otra historia. Abogado del distrito en Seattle, es dueño de propiedades inmobiliarias en todo Oakland-. No diré que sea el amo de los suburbios, pero...
   El hijo y la hija no llegaron hasta última hora de la mañana, pero yo ya sabia mucho de ellos, por lo que Arlene me había contado, y por otras pistas.. Cuando entré reinaba ese silencio que retumba en las casas donde no hay nadie, donde alguien acaba de morir. La vivienda estaba en un barrio decadente en Oakland Oeste. Parecía una pequeña granja, limpia y bonita, con un balcón en el porche, un jardín cuidado con rosales leñosos y azaleas. La mayoría de las casas alrededor tenían las ventanas condenadas con tablones, grafitis pintados. Viejos borrachines me observaban desde los escalones combados de un porche; camellos jóvenes vendían crack en las esquinas o sentados en los coches.
   Dentro, también, la casa parecía un mundo aparte del barrio, con cortinas de visillo, muebles lustrosos de roble. el anciano había pasado mucho tiempo en una gran galería acristalada de la parte trasera de la casa, en una cama de hospital y una silla de ruedas. En las repisas de las ventanas se apiñaban helechos y violetas africanas, y cuatro o cinco comederos justo al otro lado del vidrio, para los pájaros. Un televisor enorme, un vídeo, un reproductor de CD; regalos de sus hijos, supuse. En la chimenea había un retrato de bodas: el hombre de esmoquin, con el pelo peinado hacia atrás y un bigotillo de lápiz; la esposa era joven y preciosa. Ambos posaban solemnes. Una fotografía de ella, vieja con el pelo blanco, pero con una sonrisa, ojos sonrientes. Solemnes también los hijos en las fotos de graduación, guapos los dos, seguros, arrogantes. La foto de bodas del hijo. Una bella novia rubia de satén blanco. Luego los dos en otra foto con una chiquilla, de un año más o menos. Una foto de la hija con el congresista Ron Dellums. En la mesilla de noche había una tarjeta que empezaba: "Perdona, tuve demasiado lío para ir a Oakland en Navidad...",que podría haber sido de cualquiera de los dos. La Biblia del anciano estaba abierta por el Salmo 104. "Él mira la tierra, y ella tiembla; toca los montes y humean."
 
   Antes de que llegaran limpié los dormitorios y el cuarto de baño de arriba. No había gran cosa, pero lo que encontré en los armarios y el mueble de la ropa blanca lo amontoné ne distintas pilas sobre una de las camas. Estaba limpiando las escaleras, apagué el aspirador cuando entraron. Él fue cordial, me estrechó la mano; ella se limitó a inclinar la cabeza y subió las escaleras.Debían de venir directamente del funeral. Él llevaba un traje negro de tres piezas con una fina raya dorada; ella iba con un conjunto de cachemira gris y una chaqueta de ante del mismo color. Ambos eran altos, guapísimos. Ella se había recogido el pelo en un moño tirante. No sonrió en ningún momento. Él no dejó de sonreír.
   Los seguí a las habitaciones. Él cogió un espejo ovalado con un marco de madera tallada. No quisieron nada más. Les pregunté si podían donar algo al Hogar de los Padres Judíos. Ella me escrutó con sus ojos negros.
   -¿Te parecemos judíos?
   Él se apresuró a explicarme que la gente de la iglesia Baptista Rosa de Sarón pasaría más tarde a recoger todo lo que dejaran. Y del servicio de material clínico a por la cama y la silla de ruedas. Mejor me pagaban ya, dijo sacando cuatro billetes de veinte de un grueso fajo que sujetaba con una pinza plateada. Me pidió que cunado terminará cerrara la casa y le dejara la llave a Arlene.
   Me puse a limpiar la cocina mientras ellos estaban en la galería. El hijo cogió el retrato de bodas de sus padres, y sus fotos. Ella quería la foto de su madre. Él también la quería, pero dijo: No, quédatela. Se quedó con la Biblia; ella con la foto donde salía con Ron Dellums. entre las dos lo ayudamos a cargar el televisor, el vídeo y el reproductor de CD al maletero de su Mercedes.
   -Dios, es horrible ver como está el barrio ahora- dijo él.
   Ella no dijo nada. Creo que ni siquiera había echado un vistazo. Al volver dentro, se sentó en la galería y miró alrededor.
   -No puedo imaginar a papá mirando los pájaros, o cuidando las plantas -dijo.
   -Es raro, ¿no? Aunque creo que nunca he llegado a conocerlo de verdad.
   -Él era el que nos ponía firmes.
   -Recuerdo cuando te dio una azotaina por sacar un aprobado en matemáticas.
   -No -dijo ella-, saqué un bien. Un bien alto. A él nada le parecía suficiente.
  -Ya lo sé. Aún así...desearía haber venido a verle más  menudo. Me horroriza pensar cuándo estuve aquí por última vez...Sí, lo llamaba mucho, pero...
   Ella lo interrumpió, diciéndole que no se culpara, y luego coincidieron en que había sido imposible que su padre viviera con cualquiera de los dos, con lo absorbidos que ambos estaban por el trabajo. Procuraban darse la razón, pero se notaba que les pesaba.
    Y yo soy una bocazas. Ojalá me hubiera callado.
   -Esta galería es tan agradable...-dije de pronto-. Parece que vuestro padre era feliz aquí.
   -¿Verdad que sí?-dijo el hijo sonriéndome, pero la hija me lanzó una mirada penetrante.
   -No es asunto tuyo si era feliz o no.
   -Lo siento -dije. Siento no poder soltarte un bofetón bruja malvada.
   -No me iría mal un trago -intervino el hijo.-Aunque seguramente en casa no haya nada.
   -Le mostré el armario donde había brandy y un poco de licor de menta y jerez. Les sugerí que pasaran a la cocina para revisar los armarios y enseñarles las cosas antes de meterlas en cajas. Se trasladaron a la mesa de la cocina. Él sirvió dos grandes copas de brandy, una para cada uno. Bebieron y fumaron Kools mientras yo vaciaba los armarios. Ninguno de los dos quiso nada, así que acabé rápido.
   -También hay algunas cosas en la alacena...-Lo sabía porque les había echado el ojo. Una plancha antigua con el mango de madera tallada y el armazón de hierro forjado.
   -¡Esa la quiero yo!- dijeron a la vez
   -¿Vuestra madre la usaba para planchar?-le pregunté al hijo.
   -No la hacía para hacer sánwiches tostados de jamón y queso. Y con la carne en conserva para prensarla.
   -Siempre me había preguntado cuál era el truco...-dije, yéndome otra vez de la lengua, pero me callé al ver que la hermana me echaba otra mirada de las suyas.
   Un viejo rodillo de amasar, suave por el uso, sedoso.
   -¡Lo quiero!-exclamaron los dos. 
Entonces ella sí se rió. El alcohol, el calor de la cocina le habían aflojado un poco el peinado, varios mechones se le ensortijaban alrededor de la cara, ahora brillante. Se le había ido el pintalabios; parecía la chica de la foto de graduación.Él se quitó la chaqueta y la corbata, se remangó la camisa. Ella me sorprendió admirando su magnífica complexión y me lanzó aquella mirada asesina. 



   Justo entonces llegaron los empleados de Western Medical Supply a recoger la cama y la silla de ruedas. Los acompañé a la galería, abrí la puerta de atrás. Cuando volví, el hermano había servido otro brandy en cada copa. Estaba inclinado hacia su hermana.
   -Haz las paces con nosotros -le decía-. Ven a pasar un fin de semana, así podrás conocer mejor a Debbie. Y a Latania ni siquiera la conoces. Es preciosa, idéntica a ti. Por favor.
   Ella guardó silencio, pero pude ver que la muerte empezaba a ablandarla. La muerte cura, nos dice que perdonemos, nos recuerda que no queremos morir solos.
   Asintió.
   -Iré- dijo.
   -¡Ah, eso es estupendo! -dijo él.Puso una mano en la de su hermana, pero ella retrocedió, apartó la mano y asió la mesa como una garra rígida.
   Qué fría eres malvada, dije. No en voz alta. en voz alta dije:
   -Apuesto a que aquí hay algo que los dos vais a querer...
   Una plancha de acero antigua para hacer gofres, muy pesada. Mi abuela Mamie tenía una. No hay nada como esos gofres. Crujientes y dorados por fuera y tiernos por dentro. Puse la plancha entre los dos.
   Ella sonrió.
   -¡Eh, esa es para mí!
   Él se echó a reír.
   -Vas a tener que pagar una fortuna por exceso de equipaje.
   -No me importa. ¿Te acuerdas de que mamá nos preparaba gofres cuando estábamos enfermos? ¿Con auténtico sirope de arce?
   -El día de San Valentín los hacía con forma de corazón.
   -Solo que nunca parecían corazones.
   - No, pero le decíamos: "Mamá, ¡te han salido corazones perfectos!"
   -Con fresas y nata montada.
   Entonces saqué otras cosas, fuentes de horno y cajas de frascos para conservas que no eran interesantes. La última caja, en el estante más alto, la dejé encima de la mesa.
   Delantales. De los antiguos, con peto.Cosidos a mano, bordados con pájaros y flores. Paños de cocina, también bordados. Todos hechos con la tela de los sacos de harina o retales de ropa vieja. Suaves y descoloridos, con olor a vainilla y clavo.
   -¡Este lo hizo con el vestido que llevé el primer día de colegio en cuarto de primaria!
   La hermana empezó a desplegar los delantales y los paños uno por uno, tendiéndolos sobre la mesa. Oh. Oh, repetía. Le caían lágrimas por las mejillas. Recogió todos los delantales y los paños y los estrechó contra su pecho.
   -¡Mamá! -gritó-. ¡Ay , mamá querida!
   El hermano también estaba llorando, y fue hacia ella. La abrazó, y ella dejó que la abrazara, que la meciera. Salí de la cocina y por la puerta de atrás.
   Estaba todavía sentada en las escaleras cuando un camión aparcó delante y se bajaron tres hombres de la iglesia baptista. Los acompañé hasta la puerta de la entrada y a la planta de arriba, y les dije que podían llevárselo todo. Ayudé a uno con las cosas de arriba, y luego lo ayudé a cargar lo que había en el garaje, herramientas y rastrillos, una segadora para cortar el césped y una carretilla.
   Bueno, pues ya está -dijo uno de los hombres.
   El camión reculó para dar la  vuelta y saludaron con la mano al irse. Volví adentro. La casa estaba en silencio. Los dos hermanos se habían ido.entonces barrí y me marché, cerrando con llave las puertas de la casa vacía.




Lucia Berlin, Manual para mujeres de la limpieza, Alfaguara, 2016

miércoles, 24 de febrero de 2016

Joseph BRODSKY: el poder sutil de la poesía sobre la prosa




Los ensayos de Joseph Brodsky -como sus poemas- sorprenden cada vez y contagian el  interés por la poesía y los poetas.Son  páginas de análisis afinados y -en su mayor parte-, asequibles para un lector atento.Y aun cuando alguna vez  se le siga con dificultad porque descienda a  aguas más profundas, (como en Un poeta y la prosa,  La canción del péndulo, Versal, en que se interna en la escritura -verso y prosa- de   Marina Tsvietáieva) , en ningún momento se percibe nada  que no sea esencial, necesario y valioso. 
Brodsky  que sostenía  que el mejor modo de educar el gusto literario es leer poesía, en el recuerdo que dedica a la viuda de Osip Mandelstam -"Nadeyda Mandelstan (1899-1980),Una necrológica"-,  señala  cómo la aparición "repentina" de la gran prosa rusa del siglo diecinueve estuvo  precedida en Rusia por un periodo especialmente radiante de la poesía. 
Y mientras recuerda la inseguridad permanente y la extrema pobreza en que vivió esta viuda de "enemigo del pueblo", muestra cómo tener que memorizar -e interiorizar-  los poemas de su esposo y de su amiga Ajmatova para que no los convirtiera en silencio   la férrea censura oficial, la acabó convirtiendo en la escritora tardía de Contra toda esperanza. Como si  la poesía que "precede siempre a la prosa", transformada en una parte de sí misma, le hubiera marcado una senda literaria ineludible .

                            
Joseph Brodsky (1940-1996)




Nadeyda Mandelstan (1899-1980).Una necrológica


"...Pero no fue únicamente esa devoción por la justicia lo que la empujó a sentarse, a los sesenta y cinco años, y a emplear el tiempo de suspensión temporal de sentencia para escribir aquellos libros.Lo que les dio existencia fue una recapitulación, a escala individual, del mismo proceso que ya había tenido lugar una vez en la historia de la literatura rusa.Y cuando digo esto recuerdo la aparición de la gran prosa rusa de la segunda mitad del siglo diecinueve. Aquella prosa que parece salida de ninguna parte, como un efecto sin causas detectables, no fue sino fruto de la poesía rusa del siglo diecinueve. Marcó el tono de todo lo que se escribiría después en ruso y lo mejor de la literatura rusa puede considerarse un eco distante y una elaboración meticulosa de la sutileza psicológica y léxica ofrecida por la poesía rusa del primer cuarto de aquel siglo. "La mayoría de los personajes de Dostoievski son héroes de Pushkin más viejos, Oneguins y otros por el estilo", solía decir Anna Ajmatova. 

Osip Mandelstam (1891-1938)
Nadezhda Mandelstam (1899-1980)
                                     

La poesía precede siempre a la prosa y así fue también en la vida de Nadeyda Mandelstam en más de un aspecto. Como escritora, al mismo tiempo que como persona,ella es una creación de dos poetas  a los que su vida estuvo inexorablemente atada: Osip Mandelstam y Anna Ajmatova, y ello no tan solo por el hecho de que el primero era su marido y la segunda su amiga de toda la vida. Después de todo, cuarenta años de viudedad podrían oscurecer los recuerdos más felices ( y en el caso de su matrimonio fueron pocos y distanciados, aunque solo fuera por el hecho de que el matrimonio coincidió con la ruina económica del país, causada por la revolución, la guerra civil y los primeros planes quinquenales). Por otra parte, hubo años enteros en que no vio para nada a Ajmatova y una carta habría sido lo último en lo que poder confiar. El papel era, en general, peligroso. Lo que reforzó el vínculo de aquel matrimonio así como de aquella amistad, fue la tecnicidad (sic):la necesidad de confiar a la memoria lo que no se podía confiar al papel, es decir, los poemas de ambos autores.

Nadeyda Mandelstam no era ciertamente la única que lo hacía en aquella "época anterior a Gutenberg", para decirlo con palabras de Ajmatova. No obstante, el hecho de repetir noche y día las palabras de su esposo difunto no solo estaba indudablemente relacionado con la circunstancia de entenderlas cada vez más, sino con la de resucitar la voz de él, aquellas entonaciones que solo eran peculiares en él, junto con la sensación, por efímera que fuese, de su presencia y con la comprobación de que él mantenía su participación en aquel acuerdo de "para lo mejor y lo peor" y, de manera especial, de su segundo término. Lo mismo ocurrió con los poemas de la amiga físicamente ausente, Ajmatova, puesto que una vez en marcha, aquel mecanismo de la memorización ya no conoció freno. E igual sucedió con otros autores, otras ideas, otros principios éticos...,todo cuanto no podía sobrevivir de otra manera.

Aquellas cosas fueron creciendo gradualmente dentro de ella. Si hay un sustituto del  amor se llama memoria. Recordar de memoria es , pues, restablecer la intimidad. Gradualmente, los versos de aquellos poetas se convirtieron en su mentalidad, en su identidad. No solo le aportaron el plano visual o ángulo de visión sino que -lo cual es más importante- se convirtieron en su norma lingüística. Así que, cuando se puso a escribir sus libros, estaba en condiciones de evaluar las oraciones que escribía -en aquel tiempo de una manera inconsciente, instintiva- por comparación con las de ellos.La claridad y ausencia de remordimiento, al mismo tiempo que reflejan su actitud mental, son también consecuencias estilísticas inevitables de la poesía que había conformado aquella mente. Tanto en su estilo como en su contenido, sus libros no son sino una postdata de la versión suprema del lenguaje que es esencialmente la poesía y que pasó a convertirse en su propia carne al aprender de memoria los versos de su marido." 


Joseph BrodskyMenos que uno, Versal, 1987.